El señor Amable, anciano de edad cercana a los noventa, goza de una muy buena salud. No depende de medicinas, se alimenta muy frugalmente y se acuesta con la puesta del sol. Vive en las montañas andinas, en un caserío de agricultores, cuyos habitantes moran alejados unos de otros, como consecuencia del tamaño de sus siembras. El clima es frio y seco y, durante la época de lluvia, se acostumbra uno a andar mojado. Es un paraíso para los pájaros a cambio de ser el infierno de las lombrices.
Los sábados, el señor Amable visita a su vecino Eulogio, para que tenga la bondad de leerle unas páginas de su mil veces restaurada Biblia, ya que no conoce anteojos. Durante su última visita, mientras Eulogio leía un pasaje del sagrado libro, el señor Amable lo interrumpió exaltado, señalando con su dedo índice hacia el suelo:
-¡Mire usted esa hormigota tan grandota que va caminando por el suelo!
Era la primera vez que el señor Amable, en su vida de agricultor, se topaba con semejante insecto. Fue entonces cuando Eulogio comprendió, que el calentamiento global había llegado al páramo. |