BUSCANDO LA PERFECCIÓN.
Cuando comprendemos que la vida no es sólo vivir, dejarse estar, sumergidos en una dolce far niente, se nos dispara un clic que nos hace preguntar ¿Para qué carajo vivimos.
Al no hallar respuesta a la pregunta que nos formulamos, tratamos de requerir en los demás la definición. Los demás, ese círculo de personas que nos rodea, conocido, querido y contenedor cuando no logran satisfacer esa necesidad de respondernos, abre ante sí, una incógnita que logra dispararse a través de la angustia, el miedo y la ansiedad. Un trípode de palabras que bien se puede denominar: ama. Tres letras que forman una palabra perfecta comparable a un triangulo equilátero. Perfecto en sus ángulos como en el desarrollo de las silababas: a m a.
A, de angustia: aflicción, congoja que nace de lo profundo, ante la impotencia de no saber o poder defenderse ante una injusticia.
M, miedo: angustia por temor a un peligro real o imaginario. Como es la espera de la llegada de un ser amado, que se tarda más de lo acostumbrado. Esta no es imaginario, sino real. Dado que vivimos en un estado de inseguridad. Saber que salimos de nuestro refugio con la perspectiva de regresar o no.
Imaginario: sería proyectar desde mis intenciones la del otro. Perfecciones de actitudes y situaciones que no depende de uno solo. Sino igual o diferente a mi
A, ansiedad. Anhelo con total vehemencia de ser querida, aceptada, y asumida, con todas las consecuencias que implica perfeccionar imperfecciones.
Dado que se reconoce, no saber todo lo que debo, ero si deber todo lo que conozco
Dependiendo no solo de mí sino del entorno que me expele a proyectos y perspectivas para realizarme dentro de ese plan divino a ser llamado: maravillosamente creado. Excelencia.
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