...al cumplirse otro aniversario (5 de julio de 1807, Defensa de Buenos Aires) de la expulsión de los invasores ingleses del Río de la Plata.
Córdoba, agosto de 1810
“...Cuando se levantaron, al amanecer del 26, vieron a un oficial desconocido con el capitán Garayo; al rato, éste vino a despedirse de los presos, pues no pasaba adelante, y era el comandante don Domingo French quien tomaba el mando de la escolta. Antes de seguir viaje, el nuevo jefe mandó quitar a Liniers la escopeta de caza que Garayo le devolviera, y a otros los cuchillos “que se les había permitido para comer: entonces tuvieron un presentimiento de su suerte. A las diez de la mañana llegaron a un punto que distaba dos leguas de la Cabeza del Tigre; allí encontraron el teniente coronel de húsares don Juan Ramón Balcarce, hermano de Antonio y amigo de Liniers: éste dispuso que quedasen en dicho punto los criados con los equipajes, y mandó que los presos se internasen en el bosque vecino llamado Monte de los Papagayos. Al notar que el coche se desviaba del camino, preguntó Liniers: “¿Qué es esto, Balcarce?” Éste contestó: “No sé: otro es el que manda”. A poco hallaron al que mandaba: era el vocal Castelli, al frente de una compañía de húsares del rey , ya formada y con el arma al pie; le acompañaba como secretario el doctor Rodríguez Peña. Hicieron bajar a los presos, amarrándolos a la hila con los brazos atrás, a excepción del obispo: entonces Castelli leyó la sentencia de muerte. Fueron tan vanas las protestas de los condenados, como las súplicas del prelado, que escapaba al sacrificio: tenían tres horas para sus disposiciones supremas; pero Castelli creyó mostrarse generoso, prolongando una hora más su agonía”.
“ ...A las dos y media de la tarde, Castelli mandó cumplir la orden de la Junta. En un descampado del monte, los reos fueron puestos en línea, a cierta distancia uno del otro, al frente de la tropa formada. Después de vendarles los ojos, los piquetes de ejecución se adelantaron a cuatro pasos, teniendo cada cual su blanco humano. En el universal silencio de aquella soledad, percibíanse algunos respiros angustiosos.. Al levantarse la espada de Balcarce, todos los fusiles se bajaron, apuntando al pecho: hubo dos terribles segundos de espera para asegurar el tiro, y luego al grito de ¡fuego! Un solo trueno sacudió el bosque, y los cinco cuerpos rodaron por el suelo. Algunas aves huyeron de los árboles y fue el único estremecimiento de la naturaleza impasible por la muerte de los que se retorcían aún en horribles convulsiones, y se dice que a French, soldado de la Reconquista, le tocó descargar su pistola en la cabeza del Reconquistador.”
“De orden de Castelli, los cadáveres fueron llevados en carretillas a la Cruz Alta, y enterrados en una zanja que abrieron al lado de la iglesia algunos húsares de Pueyrredón. Al día siguiente, cerciorado de que los ejecutores habían emprendido la vuelta a Buenos Aires, un fraile de la Merced exhumó los cadáveres para darles más cristiana sepultura, dejándolos separados “para que pudieran algún día sus familias recoger las reliquias de tan ilustres víctimas”. Allí debían de yacer olvidadas por más de medio siglo, sin que Belgrano las invocase al pisarlas nueve años después; ni los caudillos de las discordias civiles se dieran cuenta de la atracción magnética que señalaba obstinadamente aquél campo de la Cruz Alta y Arequito para sus citas de anarquía: era la planta sacrílega, la mandrágora brotada de la sangre inocente, allí vertida en nombre de un mentido ideal de patria y libertad, la que llamaba a los extraviados hijos de Mayo para brindarles su fruto de maldición. Al fin, en 1861, un hallazgo fortuito hizo dar con los restos, que fueron exhumados y, confundidos esta vez para siempre, depositados provisionalmente en un sepulcro del Paraná. El cónsul de España los reclamó en nombre de su gobierno; y fue al día siguiente de la victoria que parecía cerrar, casi en el mismo sitio donde se abriera, el ciclo de las luchas fratricidas, cuando el vencedor de Pavón (Gral. Bartolomé Mitre), interrumpió su discurso inaugural de la estatua de San Martín, para firmar el decreto que parecía atribuir a la metrópoli la mayor gloria de la Reconquista. Las reliquias de las víctimas, llevadas por el bergantín Gravina, recibieron en Cádiz grandes honras militares. Descansan hoy en el Panteón de marinos ilustres de San Carlos, juntas en la gloria como lo fueron en el infortunio”. (1)
¿Quién fue don Santiago de Liniers y Bremont? ¿Qué significó su breve pero meteórica actuación en el Virreynato del Río de la Plata, entre los años 1806 y 1810, tanto para los habitantes de Buenos Aires como para la España dominada por los franceses?
Lo que sigue es una breve reseña histórica al cumplirse un nuevo aniversario de la Defensa ( 5 de julio de 1807) de Buenos Aires, (reconquistada un año antes, el 12 de agosto de 1806).
“Poca vigencia conserva, entre nosotros, el espíritu que encarnaron en la ciudad de Buenos Aires, aquellos acontecimientos ya cercanos al bicentenario. La primitiva calle de San Francisco, luego de las invasiones inglesas trocaría su nombre por el de Liniers, y después de la revolución de Mayo, por Reconquista y Defensa, (2) rememorando los acontecimientos sin mencionar al principal protagonista. Una cortada, entre Balcarce y Defensa, evoca el 5 de julio, y el 12 de agosto ha sido omitido, tanto del calendario oficial como de la vía pública de Buenos Aires. Liniers es recordado como Virrey por una calle del barrio de San Cristóbal, curiosamente en aquellos parajes donde el héroe de la reconquista, ese aciago 2 de julio, luego de cruzar apresurado el puente de Gálvez, procuró mover sus fuerzas con celeridad para cerrarle el paso al enemigo en los corrales de Miserere, con suerte adversa. Sin embargo, al día siguiente podría reorganizarse y el 5 de julio lograría la segunda victoria para las armas de Buenos Aires.”
“El Dr. Juan M. Gutiérrez, en ocasión de comentar en la Revista de Buenos Aires (mayo de 1867) la biografía de Liniers, de J. Richard, (3) se refiere a él como un personaje que “el tiempo ha colocado en el lugar que le corresponde, ni tan arriba como el entusiasmo lo pretendió alguna vez, ni en escala tan humilde que se confunda con el vulgo de los fieles al régimen derrocado por nuestra revolución. Era un noble francés del antiguo régimen que tenía la exageración del aristócrata que no cuenta mas que con la antigüedad de sus pergaminos; que el esfuerzo de la meditación era superior a la robustez de su inteligencia; queriendo sacrificar al pueblo á los intereses del rey, el pueblo le sacrificó á los intereses de la revolución. Ese mismo pueblo puede reivindicar exclusivamente para sí las glorias militares de 1806 y 1807, y ser hasta cierto punto indiferente para con el héroe que no quiso ayudarle en la lucha verdaderamente gloriosa de la libertad contra la opresión”.
“Otros historiadores también han opinado con severidad acerca de Liniers. Vicente Fidel López (4), quien no fue de los más intransigentes, define al período de virrey interino (fines de 1807, a mediados de 1809), como “plagado de frivolidades, con goces y fiestas incesantes, que habrían escandalizado a sus gobernados, haciéndoles dudar de la elección del líder. Y como la negligencia de sus costumbres y administración, daban continuo a la maledicencia y al escándalo, su popularidad iba gastándose tanto que, en 1808 no tenía más fuerza viva que la de ser adversario del partido europeo. Para eso era para lo único que los hijos del país lo necesitaban y lo seguían...” ¡No todos ellos! Puede leerse a Bartolomé Mitre, en su biografía de Moreno (5), con relación a la asonada del 1º de enero de 1809: “El día que estalló el movimiento del Cabildo contra el Virrey, el Dr. Moreno fue llamado a la Sala Capitular a dar su voto como vecino y abogado y lo dio por la cesación del Virrey, presentándose en seguida en la plaza Mayor con la diputación del Cabildo a intimarle su cese en el mando”. Esa sublevación fue abortada por la enérgica acción de los cuerpos patriotas al mando de los coroneles García y Saavedra. Este último, en su memoria autógrafa (6) , menciona que el desenlace se produce cuando él mismo rompe en pedazos la dimisión de Liniers, luego de que el inmenso pueblo y las tropas que se habían congregado en la plaza lo aclamaron como su auténtico líder. Y más adelante, hablando de los enemigos del Virrey: “se olvidaban esos ingratos que solo el francés Liniers rehusó juramentarse ante Beresford, cuando éste ocupó Buenos Aires, y todos los fieles y leales españoles, incluso los jefes de graduación se apresuraron á prestar juramento de no tomar las armas contra los ingleses, que exigía Beresford; que solo el francés Liniers pasó a Montevideo a promover y solicitar tropas del Rey para hacer la Reconquista de Buenos Aires...”
“El 14 de julio de 1810, aún en Córdoba, Liniers recibe una carta de su padre político Sarratea, recomendándole prudencia ante la eventualidad de encabezar un movimiento contrarrevolucionario. Le responde: “Mi querido y venerado padre. Quiere usted que un militar, que un general que durante treinta y seis años ha dado pruebas repetidas de fidelidad al Soberano, le abandonase en la última época de su vida? No dejaría á mis hijos la herencia de un nombre manchado con una traición? Cuando los ingleses invadieron á Buenos Aires, quién me obligaba a reconquistar esa ciudad? Cuando después fue necesario defender á Buenos Aires á la cabeza de soldados bisoños contra un ejército formidable, ya en posesión de Montevideo, no triunfó la buena causa? Pues bien, padre mío! si era buena entonces, ella reclama hoy no solamente los servicios de un soldado honrado con las más altas distinciones que puede adquirirse, sino de cuantos han prestado juramento de fidelidad...”(3)
“En un capítulo de su historia argentina, Vicente Fidel .López (4) explica: ...”Liniers era un General de alta nombradía en el país, y la Revolución no contaba con nombre alguno que pudiera ponérsele al frente con una reputación adquirida como la suya. Los revolucionarios miraban a Liniers como el más grande de los peligros que amenazaban su causa. ¿Tenían o no tenían razón?... Esta es cuestión que no puede juzgarse fuera del momento. Ponerse bajo la acción moral de esos influjos es hoy imposible... pero entre la fatalidad de esos influjos que llevan á los hombres a esos actos tremendos, y el crimen político que deja manchada y contaminada la historia y las costumbres de un pueblo, hay tan pequeña distancia que al historiador de conciencia no le es posible justificar las grandes injusticias como grandes y fatales necesidades de tal ó cual momento en la historia de los pueblos”...
“El Dr. Luis V. Varela (7) opina que “el documento que figura en la historia con el nombre de Sentencias de Liniers y sus compañeros, sentencia de muerte colectiva, dictada por un Poder Ejecutivo al que se le había prohibido expresamente el ejercicio de funciones judiciales, es la más alta nota de terror que quiso imponer la Primera Junta de Gobierno, en nombre de la necesidad de mantener la independencia de América”.
Mariano de Vedia y Mitre (8) agrega: “El manifiesto de la Junta sobre el fusilamiento de Liniers y sus cómplices”, documento de la pluma de Moreno, está destinado a justificar un acto tremendo: El sacrificio de la vida del defensor de Buenos Aires durante las agresiones de Inglaterra, del caudillo popular de aquellos días, del virrey surgido del cabildo abierto del 14 de agosto de 1806; del primer hombre de popularidad legítima que conoció el pueblo de Buenos Aires. Se trata de una actitud esencialmente política del gobierno, que éste tomó sin duda a pesar suyo y debido a que el prestigio de que gozaba el ex virrey podía hacer que siguieran sus banderas los pueblos del virreinato entre los que mantenía tanto arraigo (eventualidad que no se cumplió). El sacrificio de sus vidas es un acto de jacobinismo político. El manifiesto atribuye a los conjurados de Córdoba la comisión de un crimen: El de haber conspirado contra la estabilidad del Estado. Con mayor fundamento, Liniers y sus colaboradores podían considerar que quienes habían hecho la revolución en Buenos Aires eran conspiradores contra las instituciones legítimas, y autores del delito de rebelión.
“En ese manifiesto, publicado en la Gaceta de Buenos Aires el 9 de septiembre de 1810, (9) , un exaltado Moreno terminaba dirigiéndose a sus ciudadanos, arrojando furiosos anatemas sobre Liniers: “Un eterno oprobio cubrirá las cenizas de D. Santiago Liniers, y la posteridad más remota verterá execraciones contra ese hombre ingrato, que por voluntaria elección tomó á su cargo la ruina y exterminio de un pueblo, á que era deudor de los más grandes beneficios”. Y ante la carencia de argumentos sólidos para justificar el terrible acto, en un paroxismo de irritación, termina faltando burdamente y a sabiendas a la verdad: “El que recuerde los sucesos de esta Capital en los quatro ultimos años que han corrido; el que medite en los arroyos de sangre con que los patricios compraron la honra y glorias de D. Santiago Liniers...”, desdiciéndose de los versos que años atrás escribiera para esa oportunidad:
“Canciones en que se narra e y elogia la Victoria del día 5 de julio de 1807...”:...
“Canten la gran Victoria,// conque lleno de gloria//el argentino Pueblo, y el gran Liniers//Triunfado tienen del fiero Inglés”, (Mariano Moreno).
En su Biografía de Liniers, (1) Paul Groussac señala que: “Después de la primera sonrisa insinuante de la victoria, á este héroe de circunstancia tocóle en suerte forcejear con la situación exterior y local más inextricable; el conflicto más tremendo de fuerzas contrarias e ingobernables que haya presidido jamás el alumbramiento cesáreo de un pueblo americano. Vencido, descorazonado, adherido á una causa mala que sólo su lealtad hacía buena, prefirió, como Decio, sacrificarse a las divinidades infernales y perder la vida salvando el honor ..El anhelo emancipador de los americanos era por cierto legítimo, y fuera santo á no cobijarse bajo un engañoso estandarte; pero en ningún caso era dudosa la obligación que á cualquier soldado español se imponía. Liniers y sus compañeros murieron por ser fieles á su nación y á su rey, y cayeron como buenos al pie de su bandera; y el solo hecho de ser ésta la misma que sus enemigos tremolaban, nos enseña que fue inicua su condena. Aunque la causa de la metrópoli fuera políticamente tan injusta como era justa la causa de las colonias, no tenían que averiguarlo los jefes españoles, sólo llamados a defenderla”.
En 1897, el general Mitre, desde su periódico La Nación, decía en uno de los tres artículos con que respondía a una controversia que mantenía con Groussac (cuyos folletos sobre Liniers publicaba entonces la revista La Biblioteca): “Así, he seguido con interés la lectura de este estudio que algo agrega a la historia argentina, pues simpatizaba con el sentimiento nativo que le mueve á exaltar la figura de un varón de su raza que se ilustró entre nosotros, como el primer caudillo militar que nos condujo por primera vez á la victoria, al ensayar las armas con que conquistamos la independencia, siendo por la fatalidad de los tiempos, la primera víctima inmolatoria de nuestra revolución. Gloria es debida al héroe franco-hispano-argentino de la Reconquista y de la Defensa de Buenos Aires. Sobre su tumba pueden darse el abrazo fraternal españoles y argentinos, y honrar juntos la memoria de un hijo de la heroica Francia”.
En el prefacio de su biografía menciona Groussac este párrafo, “pues constituye, bajo tal pluma, el homenaje de reparación y justicia más significativo que al héroe de la Reconquista se haya tributado”. Se podría agregar que ahora, en vísperas del bicentenario de aquellos episodios, aún resta pendiente el definitivo homenaje a don Santiago Liniers. Y qué mejor que observando los deseos expresados hace ya más de un siglo por el general Mitre. Córdoba, desde la Cruz Alta y su fatídico Monte de los Papagayos, aguarda ese acto. Y Buenos Aires, ahora elevada al rango constitucional de Ciudad Autónoma lo espera también, para su legítimo, incuestionable héroe de la Reconquista y la Defensa.
Albertoccarlés, julio 5 de 2004.-
REFERENCIAS
(1): Santiago de Linies, conde de Buenos Aires, por Paul Groussac.
(2): Luque Lagleyze, Julio A. :Las calles y las invasiones, Santiago de Liniers,
Grandes protagonistas de la Historia Argentina (Colección dirigida por Félix Luna).
(3): La Revista de Buenos Aires, tomo 13: Biographie de Jacques de Liniers, par Jules Richard, comentada por el doctor Juan María Gutierrez.
(4): Historia de la República Argentina, por Vicente Fidel López, tomos 2 y 3.
(5): Obras Completas de Bartolomé Mitre: Biografías: Moreno.
(6): Memoria autógrafa de Cornelio Saavedra. Museo Histórico Nacional. Memorias y Autobiografías.
(7): : Historia Constitucional de la República Argentina, por Luis V. Varela, tomo 1
(8): Historia General de las Ideas Políticas en la Argentina, por Mariano de Vedia y Mitre, tomo XI.
(9): El Pensamiento vivo de Moreno, por Ricardo Levene. (La Gaceta de Buenos Aires, 9 de septiembre de 1810).
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