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Lujurias acompañantes del crepúsculo adormecedor, tibia la locura que invade el pensamiento en el que nos encontramos, mentes del inframundo pendientes del entorno, indiferentes al dolor y despreciables a las almas incógnitas del bosque. No hay nada mas interesante que el rojo cielo y la luna que hoy en día contrasta con el océano. Ardientes pecados que se perdieron al margen de mis epitafios. Duendes, calaveras y nosotros, amigos de la nada y amores de ninguna parte que se difuminan con el olor de las faldas que miramos en la abana, en el momento que el minuto toca las doce el baile no duda en alcanzarnos extirpando de nuestras almas el ritmo problemático de la vida. Exilio de Apolo que marco poco mas de mi niñez es decir poco más de mil años porque la esencia de ese todo también me pertenecía. También me sentí rudo con las rocas así como las olas me enseñaron y salte inevitablemente hacia el límite de la ansiedad al tratar de alcanzar lo que eras, sin problemas emergí sin alas de la tierra continuando mi camino en medio de la selva pero esta vez con la oportunidad de precisar la noche que renueva toda mi historia en un recuerdo interminable.
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Texto agregado el 24-08-2010, y leído por 92
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