El cerro cedio, la luz de pronto envejecio y cerro sus ojos que iluminan el caos.
Una gran roca sepulto el camino; nos aferramos a nuestros sueños y codo a codo peleamos con la muerte.
Taladros inmensos rompian la motaña. Avanzaban los dias, creo, o noches o ambos, no lo sé. El agua escaciaba, el oxígeno, la merienda asumagada sabía a dulce. De pronto el llanto rompía los huesos, enceguecidos y eufóricos, pero la vida es sabia. Rezos bajo 700 metros de tierra hace eco en el universo. De pronto un metal penetra en el tunel en que estamos inmersos, y vimos la luz, y escuchamos la pampa, el viento traía a nosotros el rostro de nuestras familias, y alimentos y agua y medicamentos que nos permitió vivir 4 meses enterrados vivos. La humedad acrecentaba el frío, enfermamos y no solamente los 33, sino también nuestros hijo/as, esposas y familiares cercanos. Vimos la muerte, sentimos la muerte, vivimos la muerte y la vimos alejarse por pequeños instantes, pero volvía sonriente, y nosotros, hombres de carne y huesos le hicimos el frente, no nos rendimos ante ella porque DIOS ES GRANDE. El cerro se derrumbó, y con él nuestro oficio. Saldremos de aqui vivos aunque tengamos que esperar meses.
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