El le dijo:
Que recorría sus aromas de hembra certera ,para que en ese encuentro con la enorme placidez de sus emociones despertando se regocijen , entre las hierbas, de estar vivos .
También le dijo que no era intensión , que ella cambie su vida actual y amarre , en consecuencia, sus cabalgaduras bajo la sombra de un árbol engañoso.
Hablándole así y en otros términos y conceptos también, comprendió que la luz tenue de sus palpitaciones personales se desprotegería ante el vació insustancial que le otorgan sus actuales urgencias ,y entonces se triturarían los estandartes de su cultura emocional y se abrirían , como pétalos de primavera , los ojos de un nuevo despertar .
Abre tu mente personal y abarrótala de emociones nuevas, le dijo ,y descubre en el nuevo amanecer los llamados urgentes que nos exige el destino y el hogar .
Puede ser que entonces, se haga lugar a que el grito desesperado de la soledad se ahogue para siempre llevándose los problemas personales y de paso las derrotas amorosas y también tus publicitadas urgencias sexuales.
Limpia y bella , entonces , mira las joyas en tus letras prodigiosas y haz que se hagan un tesoro universal para que las patrañas sensibleras que alimentan tus emociones ególatras , se retiren para siempre en la intención de pertenecer al sagrado espacio del alma .
Poeta eres tú, pues que salte ardiente el verbo filoso de tu sagrada verdad
También le dijo otras cosas que no alcancé a leer , porque alguien rompió con dureza y temor quizás, la página siguientes de este librito que encontré en una de esas librerías agotadas de antigüedad, que se encuentran en esas galerías poco iluminadas de las grandes ciudades .
En realidad no son librerías propiamente tales, ya que son dos caballetes destartalados donde colocan sobre ellos tres a cuatro tablas y allí con algo de orden y otro tanto de desorden , se puede ver y apreciar muchas egregias verdades esperando a que alguien las descubra .
El viejito que custodiaba esta especie de librería , era antiguo como los caballetes y llevaba un bigote desparramado casi con urgencia de seguir colonizando otros espacios .
Sobre sus ojos la sombra de su sombrero aminorando el largo de su mentón .
Ojos lanceolados , pero no tanto como para achinarse .
Y cosa curiosa ¡ se veía un hombre tranquilo y feliz seguramente no estaba allí, sino en el interior de algún libro que había leído .
La estridencia citadina con sus urgencias acostumbradas andaba paseando cerca de allí .
Ah! El librito se titulaba: “ Las hoja y las hierbas en los tiempos feudales”
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