Pepito ha caminado ya un largo trecho, arrastrando las maletas que contienen sus pocas pero pesadas pertenencias, quien lo viera diría que le sobra el entusiasmo, andando a paso firme con la mirada siempre al frente y aunque su carga lo abruma por momentos, no se detiene.
Un hombre a toda carrera lo golpea al pasar a su lado, Pepito y sus maletas van a dar al suelo. La maleta más grande se abre exponiendo todo su contenido, libros apolillados, sobres amarillentos, papeles de colores, cajas pequeñas; todo en desorden, pero aún dentro de la maleta. Una ráfaga de viento levanta en remolino los papeles, Pepito todavía aturdido, se abalanza sobre ellos, el viento ha dispersado los que podía y los papeles se baten en el aire unos más arriba que otros; Pepito alcanza algunos arrugándolos contra su pecho, la mayoría se pierde para siempre. Entonces Pepito entristecido mira los que le quedan y reconoce recibos inútiles de hace muchos años, envolturas de caramelo que perdieron las marcas, cartas de gente que no le escribe más. Se acerca a la maleta, ningún libro tiene pasta y han perdido muchas hojas, abre una por una las cinco pequeñas cajas, todas vacías y allí en la calle se da cuenta de la inutilidad de cargar con todo eso en una maleta, decide abandonarla y seguir su camino con la maleta pequeña.
Ahora más ligero avanza con prisa, pero a punto de cruzar la pista una idea lo frena y bruscamente arroja la maleta, se sienta a su lado y la abre, retazos de tela, ropa rota, medias que parecen guantes, guantes disparejos, cuellos de camisa, mangas, botones, cinturones, tampoco hay nada útil entre tanto trapo. Una sonrisa, cinco minutos de descanso y la maleta pequeña es dejada tirada en la vereda.
Pepito ya no camina rápido, se detiene a cada instante para mirar a las personas, las tiendas, las casas, el cielo y termina por olvidar de donde venía, pero tampoco recuerda a donde iba, tan apurado y con toda esa basura dentro de un par de maletas, lo que sí sabe es que esas cosas eran suyas y que ahora ya no tiene que cargarlas.
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