han llegado cinco personas a la casa... les he recibido aunque no los conozco, no los recuerdo... dicen que son mi familia, que me han conocido desde antes que ellos nacieran, pero no los recuerdo ni hago esfuerzo por ello... debe de ser mi vieja cabeza que olvida hasta de mear en el baño, pues lo hace en mi propio cuerpo... les miro sentado en mi escritorio mientras escribo todo cuanto veo, siento, visiono, alucino... ellos me hablan, preguntando qué es lo que escribo... no les respondo, tan solo les miro y pongo mi cara de bobo. sonrío y lanzo sonidos, gemidos que nadie pueden entender... ellos me observan y ponen su cara de pena y hablan acerca de mi extraña manía... dentro de mí les digo que no los conozco ni deseo conocerlos aunque es bueno para mi vida que alguien venga a la casa y me muestren un poco de su ser, de sus almas, de sus extraños sentimientos, de esas manía de llevarse todo cuanto les gusta... me inspiro para escribir lo que siento diariamente... gente de caras redondas, gente de ojos brillantes, gente de manos hermosas y uñas negras de barro y largas como patas de gallo, hambrientas de tocarse a sí mismos, anhelantes de conocer lo que son... es algo hermoso de ver todos los días mientras me siento en mi escritorio y miro a través de la ventana de casa... ellos, los que dicen ser mi familia, los cinco hombres gordos de manos pequeñas y de ojos redondos y de colores del mar, se han ido. me han dejado una montaña de comida, ropa que no es de mi talla pero que las uso para trapear toda la casa o regalarla a quien le quede o le guste, pues llegan siempre personas a la casa, y libros, hermosos libros de lomo dorado, rojo, cocidos con hilos blancos o de colores rejo sangre, que los huelo y leo apenas la gente se van, guardándolo dentro de un cuarto donde nadie entra sin mi consentimiento... sigo escribiendo hasta que llegan más personas, duendes, sueños, ilusiones, fantasmas, dioses, demonios, o esa voz que llega a mí disfrazada de sombra y que se pone a mi lado y me cuenta cosas extrañas, como el día en que se tomó cinco pastillas de lexotan y se puso a dormir desnudo en mitad de un plaza y cuando despertó estaba rodeado de ratas por todos lados... o ese sueño que vino a mi descanso, donde un hombre inmenso me ofrecía el pecho para abrigar todas mis penas... en verdad, soy un tesoro ideas infinitas, experiencias diarias, que vive en un lugar tan bello y eterno, tan pequeño como un punto, tan grande como un instante...