Cuando la muerte llegue, alguno de estos días,
y acaricie mi pelo como una amiga fiel,
será como encontrarse después de tanta vida
con el tacto invisible de tanta noche infiel.
Presentiré su mano, tibia como la arena,
su beso frío, incierto, que una vez conocí.
Lujosa la mañana me mostrará su huella,
murmurará en mi lecho su susurro de amor,
debo decir con causa, de razón y de efecto,
no hay humano que llegue a besarnos así.
Un derrumbe de ecos, salpicará la almohada,
la música del cielo hará nido en la flor,
se secará de pronto en aquella maceta,
en la que tantas noches el viento la acunó.
Será entonces la hora, de vaciar las maletas,
la desnudez lujosa tocará su canción,
la pureza en su trono reflejará el espejo,
y escandalosamente nos diremos adiós…
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