Mira que seré un imbécil,
dejarte ir tan fácilmente,
sin pelea, sin gritos,
sin lágrimas derramadas,
sin la manipulación de un suicidio,
sin el último beso amargo,
sin la caricia furtiva.

Mira que seré un imbécil,
por no perseguirte, acosarte,
por no aferrarme a la defensa de tu auto,
por no desgarrar mis ropas,
por no martirizarme, victimizarme,
por decirte adiós sonriendo,
por cerrar mi puerta con cerrojo.

Mira que seré un imbécil,
hasta las paredes se burlan,
tus fotos, tus discos, tus cartas,
la sala que compré para llenar el espacio,
el colchón que huele a nuestras noches,
la regadera que escapó de tus pudores,
la lencería de seda que llevabas,
la casa que hoy respira entera tus pasiones.

Mira que seré un imbécil,
recogiendo los pedazos de un amor ficticio,
cantando canciones que olvidaste,
charlando con el rastro de tu huida,
sazonando almuerzos con traiciones,
y, después de todo, extrañarte,
devotamente rogar por tu regreso,
ahora que ha pasado tanto,
que ya se ha hecho tarde.