Es eterna y diáfana como un cirro,
Es el centellear de las estrellas
Que guían las almas hasta el paraíso.
Emerge y todo brilla entorno de ella,
Y el cielo se tergiversa en el piso.

Se desnuda y mi ser se me deshoja,
Y quedo desnudo, aun calzando ropa.
Por ella conozco el amor eterno,
Que dura lo que un suspiro en la boca;
Y derrite los hielos del invierno.

Su voz hipnotiza como el silencio,
Y en su verdad no habita nada incierto.
Me siento libre por su libertad,
Y de ella aprendo a soñar solo sueños,
Que algún día se harán realidad.

A ella le debo que no debo nada
Ni a las soledades, ni a la almohada.
Solo con ella siempre en deuda estaré,
Por demostrarme que existen las hadas
Y por ser parte de quien siempre seré.