El primo ciertamente era un buen sujeto. Siempre pensé que el primo parecía mayor por el poder que tenia para manejar gente. Su eficiencia era inigualable, hacia que las personas trabajaran para él y sorprendentemente siempre con una sonrisa en la cara. Siempre admire esta capacidad suya. La gente temblaba cuando el primo se molestaba, temían de las represalias que podía tener. Le conocí pocas mujeres, le asqueaban. Siempre pensé que este nivel de control sobre la kriptonita masculina era algo que solamente el primo dominaba. Lo que le sobraba en personalidad le faltaba en coherencia. El primo no era un hombre muy corpulento, pero tampoco precisamente obeso, sin embargo su voracidad por la comida era conocida y temida. En cualquier momento y en cualquier lugar al primo le llegaban las ansias de comer. Sin embargo era tan selecto al comer que terminaba por despreciar la mayoría de la comida. El primo no tenía ni un solo peso, pero siempre quería tenerlo todo. Se reía con facilidad, siempre fue el centro de atención de todas las reuniones; sabía como llamar la atención de la gente. El primo siempre tuvo habilidades como tenor, su voz era muy poderosa. Sin embargo nunca nadie la aprecio, todo lo contrario, alejaba a la gente.
A pesar de su problema con la calvicie, su lejanía con las mujeres, y la falta de dinero que lo aquejaba nunca vi a mi primo preocupado.
Ahora que lo pienso creo que yo tampoco lo estaría, si a mis cuatro anos ya me tuvieran el apodo del emperadorcito.