Un impulso emocional no basta para contar una vida entera; quizás si para quitar la pobre del camino asignado.
Un impulso es un comienzo, un bit de memoria que viaja con el rumbo que le asigna el avatar. Es algo más que una brazada, porque un impulso sale con los deseos de ser una verdadera entelequia.
Siento un impulso muy grande de escribir sin pausa, pero es de noche tarde y no creo que vaya a poder sobrepasar una frase sin nada de gracia.
Estoy bebiendo un Chablis de diez pesos, pero aseguro que voy a seguir hasta dar con la última gota que habrá de caer sobre mi lengua raída.
La radio está apagada, pero debo hacer mención de ella pues pronto la habré de encender, prendida apoyada en mi oreja izquierda, hará gozar a mi alma de una linda música romántica.
Fui adivino por un momento pero ahora no distingo el bien del mal, la bruma del campo travieso donde el horizonte brilla cual moneda de oro.
Ahora que es por fin de día, la radio casi sin pilas, habla haciendo mención de que un profesor de computación ha dejado de existir víctima de un disparo en la cien, dejando en una botella de vino blanco vacía, una nota de despedida de tono poético.