Una virtud que sale de mi corazón cual chorro de agua y que emana de una fuente rota, de no saber como soportar el dolor que causa la ignominia, el deshonor de tener que ser juzgado por masticar el aire que se respira.
Y ahora estoy como paria, huyendo de la patrulla que corre detrás de mí, asistidos con perros de caza. Igual que un banners mis piernas se hacen ligeras sobre una cinta.
Con unas alas sobre las espaldas estoy marchitado en flor.
Mi mente para nada concuerda con ésta maldita realidad, no encontrando un indulto donde poder consolarme, existiendo una negativa tremebunda que me arrastra hacia un abismo sin fin.
Nadie acude ayudarme porque siempre anduve solitario. Ando como un fantasma de carne y huesos ¿a usted le parece señora ama de casa? pálido de temor de ser juzgado por el propio demonio.
Pero de pronto encuentro algo que cambia mi destino. Y luego muy emocionado adquiero una ilusión que alarga mi estancia en esta realidad. También me alzo de unos pocos amigos; que ahora luchan conmigo por batir al enemigo que nos asecha.
Y me convierto en cocinero profesional.
Por un instante soy feliz pelando chauchas sobre una mesada de mármol. Donde ahora veo reflejado el futuro por venirse. Algo me dice que serán tiempos por demás difíciles. El frío ha de taladrar mi ser hasta hacer sonar como campanas mis sentimientos aturdidos.
No deseando más vivir de ésta incómoda manera decido quitar mis vísceras de adentro hacia afuera.
Mis amigos rodean la tumba presos de lágrimas, y de mi cuerpo marchito sale el alma contenta de viajar hacia lo desconocido.