todos le miraban... su nombre era Barrabas... sabía el significado de su nombre... estaba muerto más de 2000 años atrás, pero, quién sabía que respiraba, que comía diariamente, que los años eran alientos tras alientos, que era un inmortal... muchas noches clamaba por nunca más despertar, pero sus ojos se abrían y en su larga mirada, había un mensaje que contar, una historia, quizá un poema, uno triste así como el color de sus ojos, el color de sus días antes de ver al hombre de todos los hombres muerto en una cruz de madera... miraba a la gente pasar y con angustia se preguntaba si era por ellos la razón de tanto sacrificio, de un ideal sin nombre... un niño se le acercó y en sus manos puso cinco monedas y un mendrugo de pan... cierto, era un mendigo y mendigaba porque era lo más fácil de hacer, dentro de un mundo donde nadie entiende la palabra vivir... se paró y caminó por aquellas calles sucias y llenas de barro.... un hombre joven le cogió e la espalda. ¿tienes algo que comer?, preguntó. le miró a los ojos y le entregó un mendrugo de pan, luego, siguió su camino perdido entre recuerdos y fríos pensamientos... dos niños se le cruzaron y notó que uno de ellos tenía sangre en las manos... ¿qué le habrá ocurrido?, pensó... el niño le miró a los ojos y levantó las manos. tenía una herida en las muñeca... Barrabás recordó aquellos instantes eternos que nunca le dejaban... se dio la media vuelta y entró a un perentorio, donde miles de hombres y mujeres descansaban, todos gente sin destino... buscó un espacio y entre harapos se puso a descansar... en sus sueños escuchaba noticias de hombres que le llamaban y le deseaban fortuna y amor... sonrió y con sus manos puso estrellas en las manos de la gente que le rodeaba... ¡tengan la inmortalidad!, dijo. todos corrían tras las estrellas que una vez la tocaban, todos desaparecían, como sombras... despertó, abrió los ojos y vio cruces por todos lados. se paró y salió de aquel perentorio, con la mirada gacha, sin mirar el cielo azul, sin nada más que andar, rumbo a la nada y a la inmortalidad...