grietas brown tenía un perfil facial ahuecado por surcos de origen ferroso, osea navajazos, que denotaban una vida llena de encuentros hartamente amorosos. a su lado yacía el bobo harper conocido en la cantonada por abrirte en canal mientras te sonreía plácido cantando barrio, barrio. ningún agujero de bala cuando él esperaba encontrarse con un colador de spaguetti, pero sí tenía espuma en la boca, en el libro de la experiencia primer tomo aquello se llamaba envenenamiento. mientras escupía sobre la boba expresión que años atrás originó aquel sobrenombre comenzó a poner cara al asesino como cuando jugaba con mister potato. enemigos tenía muchos pero a nadie beneficiaba más su actual estado de fiambre, nadie excepto ella podía finar al bobo por sorpresa, nadie tenía un ápice de su confianza excepto babas la arlequinada, famosa por sus altos calcetines de mil colores y por el seseo que producía al hablar a causa del enorme depósito de saliba que acumulaba en el hueco que formaba su saliente labio inferior. tras echar un último vistazo a la escena del crimen, una oscura, sucia y humeante calle de brooklyn, observó en el cuerpo aún caliente una prueba, un minúsculo trozo de tela negra en su puño cerrado que le hicieron dudar de la identidad del asesino, jamás arlequinada llevaría una prenda color negro. grietas brown, guardando la prueba sin ponerse incomodos guantes de látex, material que odiaba (como la mayoría de hombres) y usando para su transporte su propio bolsillo decidió comenzar la investigación en el domicilio de la chica multicolor, la cárcel del condado. allí tras mostrar su placa a un funcionario cuya cara olvidó al darse la vuelta, accedió a la suite de la señorita que lucía un llamativo traje a rayas ocres, añiles, turquesas y burdeos, concesión del alcaide supuso.
- cuanto tiempo carita firmada. ¿qué te trae a mi nuevo apartamento? te ofrecería alguna cosa pero el servicio tiene el día libre.
- déjate de cháchara, babas. además, visto lo visto nada que pudiese ser ingerido aceptaría de tus manos. ésta pasada madrugada han asesinado a bobo harper
- ¡oh dios santo!
- le han envenenado. conociendo lo meticuloso que era con su propia seguridad y la desconfianza que mostraba hacia sus interlocutores y especialmente con la comida que tomaba , todo hace pensar que el asesino es alguien de su confianza que conocía bien sus temores y pretendía matarlo de la forma contra la que más se prevenía.
- y entonces has pensado en mí, se te olvida mi querido cara cráter que estoy de vacaciones en la cárcel más segura del estado -salpicó babas literalmente, con tono irónico.
- si pero que casualidad que justo ayer sufrieses una visita de bobo.
- ¿y qué sugieres, que le invité a un té muy cargado en mi salón rojo?
- ciertamente todavía no encajo todas las piezas pero confieso que me agrada no tener que volver a ver más a aquel pájaro bobo revoloteando por la ciudad -y se despidió de ella hasta muy pronto dándole un largo y húmedo beso que la dejó cuanto menos sorprendida.
de camino a casa pasó por la oficina donde un becario le informó que el trozo de tela simplemente era del traje de un transeúnte al que bobo se agarró en mitad de su agonía. callejón sin salida.
ya en casa fue recibido por su más querida compañía, un gato callejero llamado gatillo, que disparaba lastimosos maullidos sabiendo que aquella era la mejor manera de llenar el buche. mientras grietas abría aquella endemoniada lata de comida para gatos comenzó a nublarsele la vista y a sentirse mareado, entonces cayó en la cuenta del sabor amargo de aquel beso con la dulce babas y de que la cantidad de saliva que allí cabía, estando bien aderezada, bien podía acabar con un equipo de fútbol. también recordó que hay quien es inmune al veneno preparando su propio cuerpo con la ingesta de pequeñas dosis espaciadas en el tiempo. aquello estaba en el libro de la experiencia segundo tomo. ya en el suelo sólo podía pensar en una cosa, ¿le darían al becario su despacho?, y en otra cosa, que bonita estaba con aquel maldito pijama de colores. |