DESENCUENTRO(II)
Siempre te sueño caminando, y es mi pesadilla. No caminando, antes bien, los deseos, la fantasía de hacerlo. El peligro de hacerlo. Y es que ahora eres vítrea, agrietada, un crepúsculo de carne. Pero uno sin colores.
Te sueño caminando y es un desastre. Maldigo y repienso por que no te has ido ya, o por que no simplemente caes en un abandonar silencioso y discreto, no con odio, sin significantes. Pero quieres otra cosa e inventas toda esta muerte lenta, ininteligible, que mata dioses y hombres por igual, envenenándolos del tedio eterno.
Toda esta música recordándome tu voz, tu silueta nocturna, la suavidad de las palabras que abandonaban tu boca inquieta para confundirse con mi propia voz en mis plomizas y moribundas involuciones.
No me hundo niña: ya no. Es más bien como si todo comenzara a moverse más y más lento, al ritmo cadencioso, sensual de esas noches de suelos alfombrados y eléctricos, invitando a quedarse así, descubriendo constelarse los sueños, haciéndolos nuestros.
Me sonrío de la paradoja de tu disolverte en estos sonidos impropios, sonidos añosos, de otoños en que deseabas, sin saberlo, balbucear siquiera tu existencia, aprender el día y la noche, y enamorarte de la oscuridad.
Y ahí estoy, reflejado de cristales nacionales, golpeado de aburrimiento, sin querer pensar. Y cuando no pienso inevitablemente pienso en ti.
No me siento culpable de esta sangre, sufrimiento merecido, que supieras quien empuñaba tu destino, tu despedida. Merecido.
Reconoce que asesinarte fue mi más grande muestra de amor. |