El lobo reía sobre su cara, frente a sus narices, su boca babosa trajinaba con sus manos que dispuesta trataban de sacárselo de encima, sus dientes mostraban su colmillo superior que le atravesó la oreja derecha, su lengua se escapo por la ventana de su boca, esos ojos suyos desorbitados ,enrojecidos, clamaron desde su cueva por un arma, pero estaba en medio del desierto, solo, sin más arma que sus manos, que ya se evaporaban en los colmillos afiebrados del animal, todo fue un segundo nada más, justo se corto la luz, se largo a su dormitorio con un insulto feroz, siempre lo dejaban sin final.
El resultado fue desastroso, ya no podía escribir sus ideas se alejaban por la pasarela de sus venas secas, en el torrente de su corazón latía fugas un esperanza, que en su mente se perdía sin remedio en ese laberinto insondable, allí donde nada se ve ni se escucha, cuando se traban las avispadas neuronas desgastadas.
Luego fue peor, su razonamiento estaba en un pozo de cal, se le quemaban las ideas, salir de allí sería lo más inteligente, en cuestión de segundos para solucionar ese entuerto de idas y venidas, pero ya el capitulo se le perdía en medio de su lastre, allí en lo lejano de sus pensamiento nació el final.
MARÍA DEL ROSARIO ALESSANDRINI
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