Cuando abrí los ojos después del décimo tercer parpadeo, me di cuenta que la pieza había tornado de color. Sentí el peso del cambio, porque inconscientemente sabía que había cambiado hace mucho tiempo atrás, posiblemente en el tercer parpadeo. Miré hacia un lado y estabas tú, mirándome fijo con cara de pregunta. Modulabas algo con tu boca pero me era imposible escucharte, a pesar de la distancia insignificante. Traté de acercarme y tocarte, pero me rechazabas. El sillón donde estaba sentado se hundía cada vez más y mi cuerpo se enterraba en él haciéndome parte de sus costuras, me dolía, pero no sabía como demostrarlo. Cada momento que pasaba entre el catorceavo parpadeo y el décimo quinto era un lapsus exquisito pero a la vez extraño. Sentimientos emanaron de mis vellos, sentí excitación, pena, furia, felicidad, llanto, risa, temblores, escalofríos, catarsis. Tomé mi cabeza con las dos manos cercano al vigésimo primer parpadeo y me di por vencido. Despertaba abrazado a ti y el vigésimo tercer parpadeo fue el último. Habían pasado recién 2 minutos y el efecto ya se había ido. |