-Abundante ajo.
-¡Pues que peste! Por muy prestigioso que sea el plato.
-Mujer, pero si es una comida de una presentación exquisita y de un sabor único, que digo único… superlativo.
-No lo pongo en duda, Roberto. Ni siquiera lo pienso probar para contrastarlo. Aunque no pienses que esta noche vas a dormir conmigo si te llevas a la boca semejante manjar.
-Pero cariño, ¡Soy el crítico gastronómico del crucero, tengo que catarlo!

Según lo esperado por María, su marido fue fiel a su trabajo y aquella noche tuvo la escusa perfecta para dormir en el camarote de su hermana. Sin embargo, como tantas otras veces su hermana sabía que dormiría sola, todo era un ardid para compartir sábanas con el joven cocinero que había preparado el plato.
Durante todo el crucero el capcioso plan les dio un excelente resultado a los dos amantes y durante un mes, día sí y día no, María no compartió cama con su marido. Sin embargo la última noche del viaje la mujer se encontró muy indispuesta. Sentía un mareo brutal y unas náuseas terribles. Preocupada por cual podía ser el motivo de esa indisposición, prefirió visitar al médico sin su marido. El médico la exploró y cuando finalizó el reconocimiento, exclamó con alegría a la mujer:
-Enhorabuena, veo que los caramelos de menta que le receté a su marido para el mal aliento han dado resultado. Está usted embarazada.
El doctor Ignalecio Prieto llevaba 20 años ejerciendo la medicina, lo cual le había dotado de una experiencia enorme y de una sordera sin igual. Así cuando su paciente respondió “¿Caramelos de menta?”, el entendió sin ningún tipo de duda “¡Embarazada!” y contestó, sin atisbo alguno de sorpresa ante la contestación de su paciente:
-¡Sí! Igual que su hermana fíjese. Las dos van a ser tía y madre a la vez. ¡Enhorabuena!