Sólo sé que te estoy llamando, que te espero siempre, y que no te busco, que me quedo ahí, donde estoy, escuchando palabras sin sentido, canciones, melodías, escuchando la bulla y el silenci de esta vida.. y no te busco.
Te llamo, te llamo a gritos silenciosos que se ahogan en los chistes, en los libros y en mis cuadernos. Te estoy esperando, sentada en cualquir banca, caminando por los mismos lugares y hablándole a la misma gente... Sin buscarte.
Pretendo descubrirte en alguna mirada extraviada, en alguna caricia furtiva, en alguna palabra romántica, en algún perfume. Pretendo que mi inexperta vida en el área del amor sepa encontrarte sin equivocarse, sin esforzarse siquiera en preguntarse cómo te espera, o qué quiere que seas.
Algo así como un error, como una tristeza congelada que amenaza con derretirse, como un fuego sinleña que se enciende antes de existir realmente y que me quema, y que me duele, me duele mucho.
Conmigo, sin mi, como sea que estés. No te busco. Pero anhelo tanto tu llegada, que es una eterna tortura pensar en ti, en alguien que no existe, o que existe y está lejos de mi alcance, lejos de mi rutina. Y sigo gritándole a la nada, al espacio infinito, a ese Dios en el que creo y al que tantas veces he sentido distante. Intento atraerte con algo, con algo que ni siquiera tengo, porque no sé que sea, porque no sé ni siquiera cómo te sueño y sin embargo te espero, porque tu vacío persiste pese a todo lo que llena mi vida de esperanza, de ternura, de alegría.
No sé realmente cómo te sueña mi inconsciencia. Tengo algunas pistas, pero no las suficientes, que logran hacer palpitar con mayor fuerza mi impaciente corazón con alguna coincidencia, con algún parecido a tu imagen borrosa e ingenua que está formada en mi y que no logro descifrar realmente, que no logro saber cómo es, y que me desespera por esas épocas en las cuales me siento un pedazo de polvo compacto que con cualquier brisa se desintegrará y volará hecho pedazos.
No me hieras, por favor, no me hieras con tu ausencia. No te busco, pero te espero con fuerza. Es como si presintiera tu llegada con cualquier estrella fugaz que se dejara ver en el firmamento, con cualquier sonrisa triste de agradecimiento, con cualquier abrazo, con cualquier delicioso chocolate.
Los días son muy fríos porque llueve, las noches son heladas porque no tienen ni un pedacito de sol, y mi corazón está hipotérmico porque tu no llegas y se está muriendo de frío. |