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ELIAS SOSA

Si bien se piensa que los acontecimientos importantes (llámese trágicos, eróticos, románticos, y de otras y diversas índoles que aquí englobaremos como “todo eso”) suceden por la noche, el protagonista de este humilde pero digno relato viene a dar cuenta de que las cosas no suceden siempre de esta forma.
Podríamos decir, que Elías Sosa se encontró de cara (o mas bien de espaldas, ya se vera el porque) con su destino, un día lunes de cualquier mes y cualquier año a eso de las 10 de la mañana.
Es un tipo común. No hay nada interesante que decir; ni a su favor ni en su contra. Justamente por eso, no llama la atención que a los fines literarios cierto lunes alrededor de las 10 de la mañana le haya ocurrido algo extraordinario.
Elías Sosa, tal como su nombre lo indica, es un mensajero. O cree serlo, porque va a terminar por descubrir que en realidad, Elías Sosa es el mensaje: curiosa escena, ser, a un tiempo, remitente, mensaje y destinatario de una misiva jamás escrita por nadie. Esa certeza es la que lo sorprende a Elías Sosa parado a las 10: 02 de la mañana de un lunes en la parada del Este, Avenida 7 esquina 48. Uno de esos raptos de claridad que lo dejan a uno estacado en el piso, sin poder seguir la marea de gente y sin poder sumergirse en la marea mental. Y no es que viniera cavilando al respecto, Elías Sosa no es un tipo reflexivo ni mucho menos. La conclusión llego solita. De las premisas no se ha podido precisar el paradero.
Pero me estoy adelantando. Esa mañana de lunes tan solo llego el desenlace de la trama que se escribió y sobrescribió durante 42 años en la vida de este personaje cuyo nombre ya me esta aburriendo escribir.
A casi todos nos han dicho que teníamos un doble. Por parecido físico, por los gustos, por ciertas conductas mas o menos ordinarias que la gente comparte. Hasta ahí vamos bien, no podríamos suponer a un Creador con tanta imaginación para no repetir ciertos rasgos en una población tan vistosamente variada y numerosa. Ahora bien, ¿Qué sucede cuando nadie, jamás, dice nada semejante de una persona? ¿Significa que es singularisimo o que es simplemente invisible? La invisibilidad para Elías siempre fue una constante. Quizás por eso casi se cae de espaldas cuando entre el café con leche y el primer cigarrillo de la mañana se encontró con su nombre en el diario. Nada exagerado, solo una nota en la sección de los mensajes personales, justo debajo de “Feliz aniversario Mabel, tu marido que te adora”, y dos mensajes más arriba de “Victorio, a 20 años de tu partida tu familia te recuerda con cariño.”. Casualmente la sección de anuncios personales era lo que mas atraía la atención de Sosa. No por morbo, o curiosidad. Solo le llamaba la atención la necesidad humana de hacer público un sentimiento que, por lo demás, y eceptuando al emisor y al destinatario, al resto de los lectores trae sin cuidado. Claro que todo esto a un nivel oscuramente consciente ya que, como se ha dicho, Elías no es un tipo reflexivo.
Justo en esa sección del diario podía leerse: ELIAS SOSA, 1000748ESTE. Nada más. Dos líneas apenas, y sin saber absolutamente nada, sabia que era para él. Elías hay muchísimos y Sosa ni te digo, pero este particularisimo Elías Sosa sabia que su persona se correspondía con el mensaje del diario del lunes a la mañana. Y supo casi en el mismo momento que debería estar en la para de ómnibus Este de la intersección de calles 7 y 48 a las 10 de la mañana. Lo intento varias veces. Razonó. No solo podría tratarse de cualquier Elías Sosa, sino que ese número podría significar absolutamente cualquier cosa. Podía ser una clave, una cuenta bancaria, un número de teléfono desordenado, una dirección. Pero sobre todo, se debatía contra esa certeza en la boca del estomago que lleva a que mientras se encuentran mentalmente un millón de buenas razones para no hacer algo, estarlo haciendo en efecto. Y así fue que mientras pensaba todo esto, se vestía a las apuradas, avisaba en el trabajo que llegaría mas tarde y salía apresuradamente en su Clío modelo 98 hacia la cita inevitable.
Llego a 9:45 del lunes al lugar indicado. Fumo muchísimo y miro casi sin ver. Otra certeza estaba girando dentro de su campo mental. Cuando llegara a quien él esperaba, lo sabría. Tal y como supo que era para él el aviso en el diario. Pasaron los minutos. Otra certeza. Esa persona llegaría ni un minuto antes ni un minuto después de las 10: 00 de la mañana.
Primera duda: ¿La nota se referiría a las 10 de la mañana o las 10 de la noche? No, esa voz interna sabia que era a las 10 de la mañana. Segunda duda: ¿La cita seria ese mismo día? Pensó que si, que de otra forma aclararía en la nota la fecha real. Había algo de mecánico en todo lo sucedido. Había algo de prefijado, de ausencia de raciocinio. Había olor a destino. El reloj pulsera anuncio con un sonido que a el se le presento inadmisiblemente agudo que acababan de dar las 10 en punto. Los 60 segundos que siguieron pasaron como pasan en toda ansiosa espera. La anticipación y el desconcertante miedo hicieron que se sucedieran uno tras otro como en un reloj de arena mojada: mas lentos, pesados e inevitables que lo habitual. Nada sucedió en esa pequeña vida entre las 10:00 y las 10:01 de esa mañana de lunes.
A pocos metros el verdadero destinatario enfoca su miopía en el hombre de traje gris perla que mira ansioso el reloj pulsera y casi inmediatamente tiene la certeza de que no puede ser nadie mas que él. Palpa en su cadera derecha la fuente de su seguridad, y avanza decidido hacia la parada del Este, Avenida 7 intersección con calle 48.
Cuando las pistola calibre 22 se posa entre los omoplatos de Elías Sosa corrían ya las 10:02 de la mañana de un lunes particularmente ordinario en la ciudad de La Plata. De haber estado cerca podríamos haber oído lo que Elías: “Me gusta la gente puntual, señor Méndez. Una pena no habernos dado cita antes”. Lo demás es conocido: la bala entro por la espalda y salio por el bolsillo delantero de la camisa de Sosa, perforando, entre otras cosas, el recorte de diario donde se leía su nombre y esa dirección.
Por no ser un hombre reflexivo, Sosa jamás descubrió, en sus 42 años de vida, que su nombre era un perfecto anagrama.


MarMaga
alias: Marianela Daraio

Texto agregado el 09-08-2010, y leído por 320 visitantes. (8 votos)


Lectores Opinan
22-02-2012 Hoy tengo que estar en 7 y 48.. aunque no a las 10 de la mañana por las dudas... veré si encuentro el anagrama... seroma
14-02-2012 Si Marmaga no aclara mejor los misterios de este anagrama, lea el sosías este cuento, hermético pero ingenioso. Salú. leobrizuela
21-04-2011 Querida amiga, bellísima historia, y como todo lo que pasa por tu pluma de exquisita narración. Solo que tanto yo como Sosa somos hombres no reflexivos, lo que me lleva a que no puede descifrar el anagrama y me pierdo el final. Pero no te voy a pedir que me lo resuelvas x este medio para no dejarsela servida en bandeja a los próximos lectores, por favor mandame la respuesta por el correo interno del sitio, caso contrario no voy a poder dormir. Felicitaciones por tu inteligencia, la idea es de lo mas original. Cariños Ricardo. cta
13-11-2010 Atrapante desde el inicio, muy buena la ídea y desarrollada con el mejor de los ritmos. marfunebrero
05-09-2010 Muy bueno! El destino, la tragedia, tan griega ella, se da cita aquí modernizándose mediante un narrador que participa contándonos la historia desde la ironía, el descreimiento, esa fatalidad que conduce a los parias a recibir, incluso, las balas que no eran para ellos. Soberbio! Plas, plas, plas! (aplauso cerrado y alguna que otra reverencia, aunque sin exagerar, que últimamente la espalda no está muy fina y no es cuestión de que acabe doblado en ángulo recto con el ídem saludando al personal. Mantengamos las formas. Por fa.) ;-) moebiux
 
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