EL PIPIOLO
Siete de la mañana. No había dormido bien esta noche porque la tarde anterior luchando con otro pedigüeño, me había quedado con una porción de cartón demasiado corta para la medida de mis piernas, así que había estado metiendo mis pies, sin calcetines, entre las bolsas de basura que habían allí tiradas.
He entrado (pagando por su puesto, para no parecer incívico) en el metro a ejercitar mi deporte favorito diario. Ver a los somnolientos obreros dirigirse cabizbajos hacia su trabajo, y ahí ante sus ojos he estado haciéndome expresamente el chalado -“Nada tengo, nada soy, nada quiero, nada doy por eso me veo en la calle, felizmente miserable”- haciendo como el que habla y se ríe solo de sus propias ocurrencias totalmente enajenado.
Y los “curritos” me miran medio con pena, medio con asco (yo huelo a todo lo mas horrendo), mientras subrepticiamente me río de ellos en sus caras -“Nada tengo, nada soy, nada quiero, nada doy, por eso me veo en la calle, felizmente miserable”.
Luego me he bajado en una parada de la zona alta, donde están todos los comercios de lujo, y metido entre el bullicio me coloco delante de unas encoquetadas mujeres y me abro mi grasienta gabardina, para mostrar mi carnoso pellejo saliente de mis harapos. Las señoras aturdidas y/u ofendidas llaman sofocadas a la guardia urbana, y cuando ha llegado la autoridad, yo he vuelto ya ha hacerme pasar por ese loco que perdió el tren de la vida y se ha quedado amarrado en una estación sin nombre, -“nada tengo, nada soy, nada quiero, nada doy, por eso me veo en la calle, felizmente miserable”, claro que la guardia urbana con su complejo de prepotencia me han reprendido mi insalubridad a empujones y porrazos, pero como les daba demasiado asco soportar mi cercanía mas tiempo que el necesario para fingir un lavado de cara de la calle, me han soltado un poco mas allá.
Por una calle donde muchos coches de lujo están aparcados fulgurantes mientras llovizna, yo me dedico a otro de mis deportes predilectos, arrancar retrovisores, o al menos descoyuntuntarlos y descuanjeringarlos. Cuando desde un deportivo blanco, oigo una música totalmente hortera berreando a toda potencia, de entre la cual se percibe un agudo gorgojeo cacofónico, de como algo humano atragantándose con su propia lengua. Algo así como –“aggpuaj aggpuaj”-. Miré y allí estaba aquel tipo haciendo aspavientos ante mi. Y lo primero que percibí de él fue su potentísima peste a perfume. Luego también pude vislumbrar entre mas aspavientos, un reloj en su muñeca que parecía mas grande que el Big Ben, también una cadena de oro en su cuello acabada en un estrepitoso símbolo del Dollar, además de cinco anillos dorados en cada uno de sus dedos de las dos manos.
El tipo de unos treinta años lucía un bigotillo macarra a lo Tirone Power (las modas siempre se van para luego volver), y en su cara pude ver dos cosas, un diente de oro haciendo juego con el resto de su atrezzo, y un preocupante reguero de sangre fluyendo por uno de los orificios de su nariz. También pude constatar que ese tipo llevaba unas gafas de sol enormes con brillantitos incrustados a los lados, y como no le veía bien los ojos, no sabía decir si los tenia desorbitados o no, aunque bien, en apariencia el tío seguía desgañitándose en mi presencia, pero yo con lo alta que aullaba esa música de rimas parafraseadas, no estaba seguro de si ese tío pedía socorro o no, y aunque agarrado a la solapa de mi gabardina, a modo suplicante de ayuda, también podría ser que me estuviera vacilando –“Hey! Tú me miras a mi”- como en la película Taxi Driver.
Solo tenia clara una cosa, -“que todo el mundo tiene lo que se merece, tal como yo sobrevivo de mi sentido del humor que es lo que me merezco por ser tan cínico y si este pájaro con zapatos de piel de lagarto se esta atragantando con su propia soberbia, yo no soy maestro de nadie para dar lecciones”-
Así que metí la mano dentro del coche, abrí la puerta. El tío ya tenia un color azulado como de próximamente...cadáver, pero aun se agarraba a mi con fuerza. Tire de él para sacarlo del coche y allí se quedó tieso como un pajarillo, o como un león marino pues era un fornido sin fronteras.
Se quedó allí mordiendo el polvo, en un gesto de corte acrobático.
Yo me subí al coche, me senté en el asiento del conductor y vi en el suelo un pequeño espejo de mano y un tubo metálico para esnifar droga, y sobre el asiento de al lado había una bolsa de plástico llena los de polvos causantes de su cortocircuito orgánico.
Me baje del coche de nuevo y cogí por debajo de los hombros aquel pipiolo, y tirando de él fui rodeando el coche hasta llegar al lado de la otra puerta, la abrí, y metí dentro al andova ese.
Le ajuste bien las gafas sobre la cara, le crucé los brazos sobre el pecho, de modo que sobre cada antebrazo relumbraran expuestos los diez anillos de oro tipo momia de Tutankhamon, y de forma que se viera el lustroso símbolo del Dollar colgando como su soga, le quite los zapatos y los calcetines, retrocedí sobre mis pasos y me volví a sentar en la butaca del conductor, y ahí sentado me puse los calcetines del toxicómano ese, y con la música a tope cogido al volante hice ver que conducía a toda velocidad en contra dirección –“brum brum”- y de pronto vi por el retrovisor acercarse a la guardia urbana así que empece a recitar “Nada tengo, nada soy, nada quiero, nada doy, por eso me veo en la calle, felizmente miserable” y solo tuve que hacerme el loco porque ya tenia lo que quería ”sus calcetines”. –“¡¿para qué cambiar el modo de vida si tú no quieres cambiarte de ti?!"-
Texto para un concurso de escritura de la Libreria DOCUMENTA
llamado UNA IMATGE I MIL PARAULES...
basado en una imagen de el reflejo de un retrovisor
y que cuyo texto no podia contener mas de mil palabras.... |