Onorúame

Los habitantes de la sierra Tarahumara estaban tristes, pues vivían mujeres y hombres juntos arrastrando indiferencia y apatía. Los mismos habían sido desde el principio de los tiempos y los mismos serian al final de estos.
Lugar donde toda la libertad sería posible, si se deseara. La diferencia de género era casi imperceptible, su sexo era la variante y solo estaba destinado al placer vacío. Ellos, como seres, estaban destinados a la existencia, al estar sin motivación, sin sentido, sin libertad y lo más importante…sin amor.
Un día los habitantes de la sierra se cansaron de su estancia infinita en el mundo, pues todo era igual, todo era parecido, y el don de la inmortalidad dejó de ser suficiente, pues estaban aburridos.
La vida para ellos era sencilla y lo difícil común; eso es lo que pasa cuando uno está nada más por estar; no se perciben los cambios, todo es igual y monótono, es verdaderamente una existencia sin sentido.
Después de mucho consultarlo los hombres decidieron invocar a Onorúame (Dios Padre y Madre), al estar frente a Él quisieron llorar, mas no pudieron, algo se los impedía.
Onorúame conocía a sus creaturas, sabía lo que los acongojaba y lo que necesitaban.
Los hombres le explicaron sus problemas y Onorúame les propuso un trato, dijo:
“¿Qué tal si pudieran tener sentimientos, llorar, reír, enojarse, ser felices, amar y que las mujeres pudieran concebir en su vientre, también que esa relación carnal no fuera puro hedonismo, sino que fuera un acto de amor, de entrega y de integración de dos cuerpos?”
Todos se emocionaron y a gritos pedían el cambio, era justamente lo que anhelaban, solo tenían que dar una cosa a cambio:
“Su inmortalidad”.
Los tarahumaras aceptaron, era una nueva vida y realmente lo era.
Onorúame les ofreció el último regalo. Y dijo:
“Al morir todos vendrán conmigo, sólo usen bien la libertad que les he dado”.
Los seres aceptaron y así fue como los habitantes de la sierra se convirtieron en hombres felices.
Matétera-ba Onorúame-ba
(Gracias Dios Padre y Madre)