Camino rumbo a la entrada de la estación donde se toma el transporte público, no pienso en nada en este momento, hace bastante sol y uso un abrigo muy grueso. En la entrada de la estación una mujer mayor me pide el tiquete y me doy cuenta que no tengo uno, reviso los bolsillos del abrigo para buscar algún dinero pero están vacíos. Una chica que esta parada a mi lado sonríe y escucho que le dice a su amiga que huelo a licor que debo estar ebria. La mujer de la estación me pregunta sí me siento bien, me dice que me veo algo pálida, que sí me han robado me pregunta y yo trato de recordar y no puedo más que verme pasando la calle que está detrás de mí. Un chico que va llegando en ese momento, me dice que se ofrece a pagar mi tiquete, paso la registradora después de él y me pregunta para donde voy, en ese momento se me viene a la mente la estación de Villa Hermosa, le digo que voy hacia ese lugar pero no sé nada más, y no digo nada más. El autobús se detiene por quinta vez y el chico me da una señal con su cabeza indicándome que debo bajar.

Cuando la puerta se cierra y el autobús se va, quedo al frente de una casa de tres niveles, vieja pero elegante. Sé que tengo que entrar y recuerdo esa casa no como si la conociera sino como sí la hubiera soñado. Entro a la casa, la puerta está abierta y me encuentro con un espejo y no veo más que una mujer a la que no reconozco muy bien, estoy terriblemente mal vestida, desaliñada y despeinada. Uso mucho maquillaje en la cara y este está corrido y mis labios partidos y secos. En el espejo se refleja una escalera y siento deseos de subir, me siento un poco cansada y más aún subiendo tantas escaleras. Al pasar por la única puerta que hay en el tercer piso me siento tranquila de encontrar una cama y de una vez sin ni siquiera quitarme los zapatos de tacones altísimos duermo un poco.

No sé cuánto tiempo he dormido y un ruido de golpes afuera de la habitación me despierta. Trato de levantarme para abrir la puerta, pero esta se abre sin que yo alcance a llegar hasta allá. Un hombre bastante mal vestido pero atractivo me entrega una bolsa y me dice que en quince minutos debo estar lista, cierra la puerta y se va. La bolsa contiene una ropa interior de color negro y fucsia, me voy vistiendo mientras pienso en lo horribles que se ven esos dos colores juntos. El tipo me conduce a un salón donde hay muchos hombres y rápidamente uno de ellos me hala y me empieza a besar el pecho, hay muchos espejos y no dejo de observar mi figura semidesnuda, esas caderas tan anchas y esos pechos tan grandes que sigo sin poder reconocer, el tipo que me tiene en sus piernas me llama Stella y mete su lengua en mi boca mientras respira con dificultad.

Ahora he pasado a los brazos de un tipo más alto que está en una mesa junto al bar. Me hala el cabello cada vez que me besa y su ropa tiene un olor repugnante. Es un hombre muy fuerte y muy mayor, con un solo brazo me mantiene aferrada a él mientras me besa todo el cuerpo sin siquiera mirarme a los ojos. He tomado varios tragos y por un momento me distrae el ver pasar una chica de estatura media, delgada y de cabello largo y oscuro. Se ha perdido entre la multitud y como puedo me zafo del grandulón que se ha quedado con mi brassiere. Atrás encuentro a la chica que trata de correr hacia el baño y mientras la sigo recuerdo hace dos meses vine a este bar a trabajar en el guardarropa y que mi nombre es Johanna. Ella no dice nada pero su cara me muestra compasion y miedo. Yo, trato de aferrarme a ella pero somos separadas por el hombre que me había llevado la ropa al cuarto. Él con cierta discreción me lleva hacia la parte de atrás del bar y mientras prepara un trago empiezo a ver como en un sueño a un chico que conocí justo el día en que comencé a trabajar aquí, recuerdo que se me acercó sonriendo en la calle y me pidió instrucciones sobre cómo llegar a una librería que precisamente yo frecuentaba. Fascinada con su sonrisa le di las instrucciones de la manera más detallada posible con tal de seguir disfrutándola por más tiempo. Era mucho más alto que yo y en un momento en que estuvimos muy cerca el uno del otro me quede callada mirándolo como quien observa las nubes. Él debió notar mi interés porque me invito a tomar un café y yo acepté para el siguiente día. Le conté que era mi primer día de trabajo y como disculpándome por no acompañarlo hasta el lugar me despedí, recuerdo que mientras me alejaba decidí que esa era la sonrisa más bonita que había visto jamás y pensaba que tal vez eso sería lo primero que le diría al siguiente día cuando nos viéramos y hasta pensé en mostrarle todas las librerías del sector de las cuales yo era cliente habitual. Obviamente el día del café nunca llegó porque me quede acá, y ahora tengo un nudo en la garganta muy fuerte de solo pensar en que el chico de quien no recuerdo el nombre fue a la cafetería y no me encontró.

El hombre me levanta del piso, me abraza y me dice que no vuelva más con lo del chico del café, me arregla un poco el cabello, me seca las lágrimas, me da un vaso y me dice que debo tomarlo sí quiero que todos estemos bien.

Lo bebo mientras vuelvo a las piernas de mi cliente que me ha desnudado totalmente mientras me llama repetidas veces Stella. Cuando el trago de mi vaso se ha terminado, ya sin pensar en nada empiezo a disfrutar de las caricias de mi acompañante quien me pide que me ponga el abrigo y nos disponemos a salir del lugar.