Tras la Guerra Civil y la instauración de la dictadura franquista se produce un grave empobrecimiento intelectual en la vida española. Los escritores que no se han exiliado se ven obligados a reducir su universo narrativo al ámbito de lo cotidiano y la intimidad, mientras que otros se acomodan a la nueva situación. Entre los principales narradores de posguerra cabe citar a Camilo José Cela (La familia de Pascual Duarte, 1942), Gonzalo Torrente Ballester (Javier Mariño, 1943), Miguel Delibes (La sombra del ciprés es alargada, 1947) y Carmen Laforet (Nada, 1945).
La primer generación literaria de posguerra, siguiente a la del 27, se manifestó principalmente fuerte en los géneros de la lírica y la novela. A diferencia del 98, que fue sobre todo una generación de intensos prosistas, y de la semigeneración de Ortega o de “introducción al noventismo” en que también destacan ensayo y acción novelesca, aunque se halle ya el poeta que abre las nuevas generaciones Juan Ramón Jiménez; en los tiempos siguientes (1923 hasta 1935 ó 36), predomina la creación en verso.
Los artistas de la posguerra son innovadores, precursores de una renovación que exigía la completa atención de su imaginación y conocimientos literarios, de esta manera se fusionaba en sus obras las distintas etapas de la literatura y sus más representativas tonalidades técnicas.
Ésta es pues, una generación de artistas que desvelan los estragos sucedidos a la guerra, España es un territorio cuyo campo de guerra ha cambiado del bullicioso exterior de las calles al intrigante y sofocante cuchicheo de las casas. Los escultores y poetas, los músicos y los pintores, se ven asaltados por una inquietud que les lleva a poner en práctica las teorías más revolucionarias y a cultivar los estilos más variados. Esto hace que las más opuestas tendencias se sucedan con rapidez y que se haga mayor el desequilibrio espiritual…, consecuencia del romanticismo. Desequilibrio en las almas artísticas, cuyas facultades son subordinadas y el en arte en el que, según algunas escuelas, los valores de un orden se sacrifican a los de otro. Tenemos por ende, que si el romanticismo fue una especie de libertad, el “neorrománticismo” de ésta generación de posguerra se vio a sí mismo como un anarquismo. No por ello se le debe quitar merito, pues con esto, nos encontramos con un florecimiento en la poesía que no se había alcanzado en España desde mediados del siglo XVII.
Ésta renovación a la cual se alude en el párrafo anterior se ve mejor dilucidada al principio y, como en toda nueva tendencia, es una negación de lo anterior y un retrato crudo de la situación social y hasta cierto punto peligroso para los autores de dichas obras. Sin embargo, ese “poder anulador” del orden precedente se ejerce sobre sí mismo; y así toda la poesía (y casi todo el arte) de esa época se presenta a los ojos del observador como una sucesión de grupos y de escuelas, que surgen repentinamente con sus revistas , sus manifiestos, sus teorías revolucionarias, ocupan por algún tiempo, las trincheras del arte y, al punto, empiezan por batirse en retirada ante la aparición de nuevos grupos.
Algunos autores reconocen cuatro fases en las más importantes tendencias: Sublimación de la realidad (Guillén y Salinas), sublimación de elementos populares (Alberti, Lorca), Creacionismo-superrealismo (G. Diego, V. Aleixandre) y trascendentalismo poético (cernuda). Díaz-Plaja Encierra todos los fenómenos poéticos de esta época en tres grupos: A) movimientos hacia la libertad expresiva (ultraísmo, superrealismo, existencialismo); b) formas de contención (neopopularismo, restauración de la estrofa, poetas de cancionero, Góngora, Gracilazo), y c) los caminos de la poesía pura (manera íntimo-afectiva y manera intelectualista).
Cabe mencionar, que la literatura Española Franquista se vio influenciada fuertemente por los autores latinoamericanos, tal fue su impacto que el sustento de los escritores españoles fue durante aquellas épocas el denominado “Boom”. La literatura de posguerra era minoritaria y experimental, por otro lado, también la literatura francesa introdujo en el ámbito literario español una fuerte corriente que se fusionaría con los movimientos americanos que ya comenzaban a formar una estructura sólida para la creación latina en Europa. |