Abyección:
Evidencia de la Angustia y Zozobra del Momento Presente.
A través de las distintas etapas de la historia humana han sido los artistas los encargados de retratar las diferentes formas de la abyección, pinturas, grabados, esculturas, puestas en escena, novelas, poesía, música, etc. Siendo el artista el punto de referencia para el estudio de las más variadas formas del estudio humano como la psicología, la sociología, la antropología, la filosofía, etc. y es así como por medio del artista el mundo puede retratar la vida y muerte de sus antecesores. Es en la expresión artística dónde vemos plasmados todas aquellas dotes de virtudes propias del hombre, sus pasiones más profundas y sus sentimientos más puros (o impuros), todos, derivados del entorno en el cual el individuo se desarrolla como tal.
Desde tiempos inmemoriales el artista ha sido el encargado de mostrar al mundo del presente y el futuro las carencias y virtudes de su pueblo, la sociedad en la cual se desenvuelve; vemos por ejemplo en los clásicos, la decadencia derivada de las guerras constantes con el afán de un dominio sobre las tierras, la religión y el ser como ente abstracto y filosófico, cómo no recordar aquellos héroes cuyas cunas fueron sujetadas al yugo del dolor, como lo retrata Homero en la Odisea, donde Odiseo se vio convertido en un héroe durante la guerra que devastaría Troya, pero no sin antes sobrellevar aquellas vicisitudes impuestas por los dioses, dioses que no podrían referirnos cuando menos a los vicios y pasiones humanas amplificadas o más aun reflexionar sobre éstos en la obra como metáfora de la batalla del hombre consigo mismo, cuyos cíclopes y sirenas son la ironía de nuestras vidas como seres poco racionales o engañosos.
La abyección humana puede verse claramente plasmada entre las líneas de la historia como meros datos biográficos o números en fechas y estadísticas, sin embargo es el artista el medio por el cual el sentimiento del ser se plasma frente al hombre tal y como es, siendo en ocasiones la abyección el tópico central del artista, como en aquellas pinturas medievales dónde los miembros mutilados en las guerras no pesaban más sobre la estética del espectador que los rostros de horror representados en los soldados. Las guerras son una tangente que deriva de la necesidad del hombre, guerras por tierras, por hambre, por envidia, por ira… que mejor manera de descubrir las más bajas pasiones del ser humano que por medio de la anarquía alimentada por el fantasma de una guerra.
Durante la etapa del barroco en España descubrimos en la literatura y el arte un pesimismo que provenía de la pérdida de riquezas y poder españolas durante los reinados de Felipe III y IV, aquí la pobreza espiritual superaba a la monetaria en dónde los españoles debieron aprender a sobrellevar la crisis moral proveniente de un orgullo golpeado.
Podría parecer arriesgado asegurar que en España el romanticismo llegó antes de tiempo o bien se vino cultivando desde hacía tiempo atrás, sin embargo esta conjetura puede ser tomada en cuenta con más seriedad si recogemos los modelos del lirismo en el Cid y la Celestina, una predominancia del sentimiento sobre la razón en sus obras y sobre todo una temática muy romántica, como bien lo decía Menéndez Pidal “el Romanticismo había vuelto a España”, la “escuela nueva” no era más que un eco del movimiento del siglo de oro; El sentimiento por encima de la razón, la libertad del artista frente al imperio de las reglas. Como bien lo mencionaba antes, ésta escena la tenemos desde sus comienzos, cuando el Poema del Cid, siendo una obra épica muestra sus destellos de lirismo romántico mostrándose en la escena en la cual las dueñas acompañantes de Doña Jimena llegan a Valencia y tras ser dirigidas al alcázar subiendo a lo más alto contemplan el panorama ante sus ojos:
Ojos vellidos – catan a todas partes,
Miran Valencia – commo yaze la ciudad,
i del otra parte – a ojo han el mar,
Miran la huerta – espesa es e gran,
E todas las otras cosas – que eran de solaz…
Y regresando al ejemplo de la Celestina, en la cual Américo castro hace referencia:
Oye los cipreses como se dan paz unos con otros por intersección de un templadico viento que los mueve; ¡mira sus quietas sombras como oscuras están y aparejadas para encubrir nuestro deleite! (Ontañón, Juan de. 1)
Podría pensarse que no existe mejor manera de expresar la abyección humana que aquellas formas y tesituras estilísticas oscuras tan propias del romanticismo, pero he aquí, que en los años posteriores la decadencia española vendría a forjar un nuevo estilo lóbrego, melancólico y fatalista que se alimentó de los horrores de la guerra civil española y el Franquismo triunfante.
La podredumbre, la miseria humana como evidencia de la angustia y zozobra del momento presente ya se trabajaba desde los inicios del arte, en la etapa romántica, Esproncéda nos hablaba de este reflejo de la realidad en el arte en su elegía A la Patria:
¡Cuán Solitaria la nación que un día
poblara inmensa gente!
¡La nación cuyo imperio se extendía
del ocaso al oriente!
Lágrimas viertes, infeliz ahora,
Soberana del mundo,
¡y nadie de tu faz encantadora
borra el dolor profundo!
Oscuridad y luto tenebroso
En ti vertió la muerte,
Y en su furor el déspota sañoso
Se complació en tu suerte.
No perdonó lo hermoso, patria mía;
Cayó el joven guerrero,
Cayó el anciano, y la segur impía
Manejó placentero…
En 1936 tuvo lugar en España un conflicto bélico que más tarde culminaría con el predominio del poder Franquista en las tierras españolas. La batalla desenvuelta en el ambiente de las guerras Carlistas, fue un catastrófico choque social que repercutiría más tarde en los artistas quienes alcanzaron a enfrentarse cara a cara con el monstruo de la guerra y su fantasma en la posguerra.
En la época en que tuvo lugar, la guerra civil española comprendió para el mundo occidental el enfrentamiento de la democracia, el fascismo y el comunismo. “Toda una generación de ingleses y americanos se sintió más profunda y emocionalmente envuelta en aquella guerra que en cualquier otro acontecimiento mundial de su vida, incluyendo la segunda guerra mundial” afirma el historiador Gabriel Jackson.
La República española de 1931 nació de una serie de circunstancias especiales, como bien mencionaba con anterioridad; una larga crisis política, la conjunción de problemas económicos internos con la depresión mundial y un renacimiento intelectual de gran vigor y optimismo.
Otro modo de explicar la situación es decir que España era en 1930, simultáneamente, una monarquía moribunda, un país de desarrollo económico muy desigual y un campo de batalla de ardientes corrientes políticas e intelectuales contrarias (Jackson, Gabriel 2).
Desde la pintura hasta la literatura y música los vestigios de esta devastadora guerra civil (o mejor dicho de su derivación en el Franquismo) se reflejan de manera cruda y violenta en sus manifestaciones; escritores como Camilo José Cela, Carmen Laforet, Rafael Sánchez Ferlosio, etc. dibujan en sus novelas las escenas típicas de la incertidumbre española vivida en la etapa de posguerra. El manejo del narrador en primera persona es un método estilístico muy recurrido en estos escritores, la desesperación, la negación, el abandono y la miseria que vivían las familias españolas son sus tópicos centrales y podemos apreciar claramente en ellos una sensación de libertad expresiva que estallaba luego de la censura franquista.
Existía en todos los escritores y artistas una añoranza de gritar aquellas injurias por las cuales el franquismo les hizo pasar, se movían entre las líneas de la poesía, el cuento y principalmente la novela, cuatro corrientes literarias y del pensamiento que plasmaban en sus líneas esas cicatrices que la guerra había dejado en España.
Una de estas corrientes fue el existencialismo, en la cual destaca Carmen Laforet con su novela Nada. Constituye con mucho el grupo más amplio de la novela española actual. El número de autores que escriben esta clase de novela es elevado. Unos simpatizan hacia el tema social; otros hacia la descripción de procesos psicológicos; otros hacia el simple cuadro costumbrista. Pero todos lo hacen dentro de la técnica del realismo. Por su parte podríamos llevar a cabo una comparación de tópicos entre la antes mencionada novela con aquella escrita en el año de 1942 por Camilo José Cela, La Familia Pascual Duarte, (perteneciente a la corriente del tremendismo, corriente que algunos afirman no es otra cosa sino una deformación de la novela realista (Echarri, Diez. 3)) cuya historia se desarrolla en esa decadencia en la cual se encontraba inmersa la España franquista. Ambas historias están contadas en primera persona y de esta manera la estética de la obra se vuelve más cruda, pues se interpone el yo como ente narrativo.
En las novelas estudiadas en el curso apreciamos la miseria humana como una instancia universal que se ha proyectado de diferente manera en las diferentes obras, dicha proyección corresponde a la circunstancia específica de cada autor, cada autor lo que direccionó la forma linguística en que debía ser expresada...la sexualidad en las "edades de lulú"....el tremendismo en Pascual Duarte"....la incapacidad de la razón "tiempo de silencio"...
. Como bien aclaraba en el inicio del ensayo, las manifestaciones artisticas y literarias obedecen a las pasiones humanas, sus defectos y cualidades son expresados por medio del arte, pero es en los sentimientos dónde el arte se nutre como obra humana.
Es necesario tomar en cuenta los aspectos oscuros del hombre en la narrativa del siglo XX, pues estos son un retrato fidedigno y crudo de las carencias sociales (En éste caso los estragos de una guerra), en el barroco hispano, por ejemplo se pudieron rescatar cómo critica las obras picarescas, se puede considerar por ejemplo como obra neo-picara la historia narrada en la Familia Pascual Duarte que sin esfuerzo nos remonta a las vicisitudes sorteadas por el Guzmán de Alfarache.
2.- HISTORIA GENERAL DE LA LITERATURA ESPAÑOLA E HISPANOHAMERICANA. Diez-Echarri, Roca Franquesa. España 1979.
3.- HISTORIA GENERAL DE LA LITERATURA ESPAÑOLA E HISPANOHAMERICANA. Diez-Echarri, Roca Franquesa. España 1979. |