ya en el inicio, sabía que iba a morir... un par de hojas cayeron cerca de mis pies, embarradas por la lluvia y el polvo de la ciudad... la noche era hermosa, justo para acabarlo todo de una vez... pasos, pasos, mas pasos escuché a lo lejos... me tiré al piso y traté de escuchar la tierra. ¿quién es?, pregunté. es tu miedo, respondió la tierra... me levanté y corrí hacia la luz más cercana. llegué a un poste, era un faro muy pequeño. miré a su alrededor y noté que estaba lleno de polillas, girando a su entorno. pensé que todos buscamos la luz, quemarnos en ella, el placer de la muerte... eso pensé cuando sentí una mano sobre uno de mis hombros. volteé y no vi a nadie... es mi miedo, pensé. cogí una piedra y la tiré sobre el faro. todo se volvió hermoso, oscuro, puro como la eternidad... sabía demasiado para vivir más tiempo. sabía que cada instante era el último que tenía, así que, quise volver a vivir... recordé a los gatos, a las ratas, a mi madre gritando en su cama por los dolores de la edad, entonces, caminé, paso a paso hasta llegar a la casa mas grande de todo el pueblo. llegué. las luces estaban encendidas. mucha gente estaba esperando mi llegada. toqué la puerta y entré. dos hombre muy delgados y de rostros amarillos me invitaron a pasar. caminé en medio de una alfombra de color rojo. llegué hasta una sala muy grande e iluminada, mucha gente estaba sentada, como esperando algo... un hombre alto, fuerte y de cabellos como el oro, me invitó a su lado. le seguí y caminamos en medio de toda aquella gente extraña, pues, a pesar de que se les veía sus rostros, parecían ser máscaras. casi escuchaba sus pensamientos... caminé hasta llegar a una especie de tabladillo. subí, pero solo. el hombre me dejó. subí hasta llegar a una especie de salón de teatro. noté que había una orquesta en un desnivel del salón alto. un piano estaba en aquel salón, a su lado una banca muy negra y brillante. caminé hasta sentarme en la banca y puse mis dedos sobre las teclas del hermoso piano. no recuerdo qué pasó, pero mis manos se movían sin parar, y yo sudaba y sudaba casi hasta desmayarme... quería parar, pero no podía, una fuerza me empujaba a seguir y seguir y seguir... noté que la orquesta no podía seguir mis movimientos, y la gente a su alrededor se paraba y no cesaban de gritar y aplaudir y bailar, como si fueran demonios en el infierno mas bello... seguí hasta que el piano se quebró, dejándome con los dedos casi sin forma... la gente estaba tirada una sobre otra... me paré y me bajé de aquel teatro tan extraño. salí de aquella casa y volví a mi oscuridad. caminé hasta llegar a una esquina en donde una mujer estaba tirada en el suelo... me puse a su lado y traté de morir a su lado. cerré los ojos y una luz muy bella me vio nacer... era otra persona, esta vez, no era humano, era un hermosísimo sueño encarnado, en un espacio lleno de música y luces sin nombre ni color... |