Cada noche sostengo mi voz en un féretro tiernamente decorado con jazmines y rosas “MUERTAS”, sonrío sutilmente intentando entender que hay de hermoso en las flores “MUERTAS”. Supongo que la gente “VIVA”, harta de su realidad “VIVIENTE”, debe ver en la “MUERTE” algo misteriosamente atractivo, yo, desde este lugar de sombras, les advierto no coquetear con ella, suele tomarse muy en serio los halagos. Se aferra de cualquier cuello elegante que la mire con ternura, es insaciable en su voracidad e infatigable buscadora full time.
Seduce a los melancólicos, a los católicos y a todo lo que termine en ólicos.
Desde este pozo oscuro, el sabor de la tierra mojada se abre paso entre la madera podrida, y aun sin poder abrir la boca (por cuestiones obvias) en esos días lluviosos, la “MUERTE” se repite, una y otra vez, la garganta se cierra, hasta que ya no soy mas que barro. Por si todo esto no fuera suficiente, les diré que yo también creí absolutamente en sus bondades,
es una gran mentirosa, como cualquier mujer inteligente, y ahora es tarde para volver atrás, solo queda despedirme y si después de todas mis advertencias aun insisten en bailar un tango en sus brazos, nos encontraremos prontamente, en los gritos mudos que retumban en la madera podrida, y celebraremos la derrota de la mano de algún ángel hermoso que nos libere de la noche eterna…