El jueves pasado pude leer en un breve en el periódico que había muerto en Texas a los 84 años de edad Bob Bremer. ¿Y quién fue este tipo para ser recordado, aunque sea en un breve? Fue el inventor de la tecla esc del teclado de los pc’s. Y eso me maravilló. ¿Así que un hombre puede pasar a la historia por haber inventado una tecla? Claro, a partir de aquel momento se me ocurrió preguntarme si todas las teclas tienen un inventor concreto. Sería justo saber, antes de que se mueran, que los honores es mejor recibirlos en vida, quién fue el inventor de la tecla Alt, el de la tecla Crtl., el inventor de Return o Enter, el de Print Screen, y sobretodo el de Reset, ¡que a ese sería para ponerle un monumento!
¿Y qué ocurre con el resto de inventos que nos rodean? ¿También tuvieron sus descubridores pieza a pieza? ¿Acaso hubo un descubridor de la tecla On en un mando a distancia de televisión y tuvo que venir otro que creara la tecla Off? Me imagino el alboroto que se formaría en el laboratorio de turno cuando a uno se le ocurrió inventar la tecla Ch +, que permite ir cambiando de canal por orden ordinal hacia delante (aprietas y te sale el primer canal, aprietas y te sale el segundo, aprietas y te sale el tercero...). ¡Y no digamos cuando llegó otro y creó el Ch -¡ ¡Coño, si se pueden cambiar también hacia atrás! ¡Sacad el champán, muchachos!
Todos estos descubrimientos me remiten a un chiste francés en el que se burlan de los belgas (los franceses se ríen de los belgas, los ingleses de los franceses, los españoles de todos...) Dice el chiste que un belga inventó la taza del váter. Y que fue un francés quien inventó el agujero. En fin, el chiste es malo, ya sé, pero encaja dentro de estas reflexiones de hoy, este inventar a cachitos, cuando siempre habíamos visto a los inventores como un todo, como señores de mirada distraída, de pensamiento ensoñador, de poca capacidad para la vida cotidiana porque su privilegiada mente está siempre pensando en grandes avances para la humanidad. Y mira tú por donde me entero un buen día que un señor pasará a la historia por haber inventando una tecla en un teclado que debe tener más de 80 (lo siento, empecé a contarlas, pero me aburrí).
Vayan por delante mis condolencias a la familia del insigne Bob Bremer, pero vaya también otra reflexión que en otras ocasiones me ha asaltado y que vuelve a surgir hoy. Es curioso, pero que muy curioso, que para todo invento, si es positivo, haya siempre un nombre propio. Y resulta indignante que, cuando ese invento es atroz, se nos culpa a todos haciéndonos cómplices. Ejemplo: ahora ya sabemos todos que esa famosa tecla tan útil a veces llamada esc la creó Bob Bremer. Seguramente, de haber inventado un par o más de teclas, ahora sería famosísimo. Pero cuando se inventa un misil crucero capaz de transportar una bomba atómica de no-sé-cuántos megatones, ¿quién fue el burro? Ah, no, en ese caso se nos muestra el efecto destructivo del susodicho misil bajo el epígrafe “miren a qué barbaridad es capaz de llegar la humanidad”.
¿La humanidad? ¡Y un huevo! ¡Oigan, oigan, que yo no tengo nada que ver, eh! Ni yo, ni mis amigos, ni mi familia, ni nadie conocido por mí ha participado en la creación de ninguna arma, ni de destrucción masiva, ni individual. Así que nada de eso de repartir la mierda entre todos, no señores, no. Propongo desde ya que se confeccione una lista con todos los nombres de los inventores de cada pieza que componga un misil, bomba, ametralladora, pistola, silla eléctrica, cámara de gas, multinacionales explotadoras y demás elementos que perturban nuestra vida como especie. Propongo que sepamos quiénes son, que sufran el escarnio de ser señalados con el dedo cuando vayan por la calle (“mira, mira, ese es el que inventó el botón derecho del control remoto para misiles intercontinentales, el jodío”) al igual que conmemoramos a aquellos que nos han hecho la vida más fácil. Propongo, en definitiva, que los que toman decisiones que nos destruyen como especie, asuman su responsabilidad. Y, al resto, a la inmensa mayoría de los humanos, nos dejen como estamos. Quizá sin ser capaces de inventar nunca nada extraordinario, pero también sin ser capaces nunca de ser tan ruines como para destruir a nuestro planeta y pretender que sea otro el que se lleve las culpas.
Quizá haga falta otro Bob Bremer que invente una nueva tecla de escape para que los humanos nos libremos de los miserables y podamos vivir nuestras miserias cotidianas en paz.
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