Hay en el genio algo de locura, y hay en la locura algo de genio.
Bastaría con internarnos en las cavernas sinuosas de las mentes más sublimes de la historia, para entender que no puede ser casual que sus días estuvieran plagados de furia, desconsuelo, confusión; en resumidas cuentas, de dolor.
Arrastraban la decadencia de los mediocres y su resplandor quedaba encerrado en el silencio o en las burlas de los pequeños seres, que en su incapacidad de comprender la grandeza, elegían negar la pluma, el pincel, la arcilla, el pensamiento que dejaría en evidencia su tan precaria existencia.
Ese niño prodigio que con tan solo 20 años había superado y escrito toda su obra, la misma que hoy se estudia en todas las universidades del mundo, obviamente hablo de Rimbaud.
La tímida y rebelde muchacha de Avellaneda, que en su apariencia nadie podía imaginar que dejaría a las damas de la alta sociedad en silencio abismal después de escuchar su voz y su musa, la pequeña Pizarnik, y digo pequeña porque también es una constante que ninguno de ellos había perdido su niño interior, por lo cual no estaban a nuestra altura, podían flotar sin pisar el suelo; por encima de nosotros.
Qué decir de quien fue negado, traicionado, burlado, por hablar de un “superhombre”, el mismo que es y será uno de los más grandes filósofos conocidos; o del poeta Reynaldo Arenas, en quien, con apenas 13 años, ya podía vislumbrarse su altura literaria y era reconocido por sus pares; y fue torturado por su homosexualidad por los ignorantes que con un fusil intentaban callar la voz del alma.
Así podríamos estar horas, enumerando a estos personajes, no por estar locos, sino por estar más allá, por adelantarse a su tiempo.
Todos ellos encontraron una muerte poco amable, casi siempre esperada, ya que no podían sentirse hijos de esta tierra que pisamos todos.
Los consideraban diferentes, no de la manera merecida, la de la grandeza, sino por el contrario, intentaban desde sus cegueras convencerlos de su pequeñez; pequeñez inexistente, grandeza comprobada.
Hay en el genio algo de locura, también hay locuras que no esconden ningún genio; sólo la decadencia en su forma más baja, sólo la nada, cuerpos vacíos
debajo de sus trajes inmaculados, huesos podridos debajo de sus pieles, bronceadas por un sol artificial. Y así vamos perdiendo la grandeza, hoy como
ayer, como mañana. Somos sombra detrás del muro, murmullo invadido por ratas ajenas, tinieblas mal dibujadas en un contorno inconmovible.
Somos ahogada desesperación que se refleja en el agua contaminada.
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