Me preguntó qué era lo que fumaba. No respondí. Pero la miré y la admiré, por varios segundos, sintiendo que se me iba el ego. Era su instante. Cada bocanada era un mezcla de sentidos donde palpaba mejor su alma, tan extendida.

No recuerdo todo lo que pasó después. Aunque sí su sonrisa. Su sonrisa con un tilde en cada mejilla, acentuada en sus ojitos. Sinestesia, mucha sinestesia. Pequeñas estrellas de "sorglega", se difuminaban por su cuello. Y el platino brillando, bailando desde ella.

Puedo percibir muchas cosas ahora. Me gusta su svadhisthana: ella crea, se diluye y entrega trozos de olimpo y júpiter, como el simbolismo de la flor de loto que fumé, y que me hizo fragmentar una dulce niebla para encontrar astros dibujando, con las órbitas, el ámbito de su figura; y un poco de todo lo bello.