Hay una languidez que insita a mi lengua al silencio, sin embargo, las palabras luchan como indios salvajes desgarrando mi carne desde adentro. Y cuando descuidadamente abro la boca, salta a la vereda del espanto, una forma de mí que no soy yo.
Innumerables seres invisibles me habitan, dictan desde mi mudez sus desencuentros, deambulan por mi sangre como una loca condesa buscando espejos donde poder ser, yo, en defensa propia descanso mi
mente en las sábanas negras de mi absurda nostalgia.
Me clausuran la voz.
Me susurran un idioma que mis dientes mastican sin poder digerir.
Mi verdadero léxico, amordazado, se resigna en su tumba callada,me abandona a mi suerte. Por lo mismo debo advertir, todo lo que aquí se escribe, no fue escrito por mí…