Era tal vez un día como cualquier otro, el sol nacía mientras la noche comenzaba a trasladar su adormecido solaz a otro horizonte. Cada sábado era un renacer y un descanso poco descansado, a causa del exceso de trabajo, y por la planificación de la semana de estudio que se aproximaba. Me levantaría como cada sábado, con un sueño que aunque durmiera tres días no desaparecería, era algo con lo que ya me había acostumbrado a vivir, ya hasta lo apreciaba. Era un día cualquiera, los mismos programas en la televisión, el mismo sopor latente sobre mi cuerpo, la misma imagen en la mente de tus ojos, aquellos malditos embusteros que eran visita constante entre mis pensamientos, y no era raro, eran aquellos ojos los que me ataron el alma y lo seguían haciendo a cada segundo que moría en la desdicha de no tenerte, y es que lamentablemente mi llegada había sido muy tarde, una luz más brillante ya había cegado tus ojos y ante aquel embrujo no había como arrancarte. Tomaría aquel libro que descansaba sobre la mesa, aquel que me llevaría directo a tu encuentro, a tu ensueño. ¿Por qué?, ¿Por qué me conformaba con tan sólo mirarte a lo lejos mientras tu embebido la observabas a ella?, ¿Por qué yo no la odiaba?, me preguntaba una y mil veces mientras me mentía a mi misma con el libro abierto entre mis manos. Mientras tu sollozabas por no tener su amor yo me conformaba con simplemente, acercarme estirar mi brazo para pasarte un pañuelo, pero tu no voltearías a mirarme, con la cabeza baja me preguntabas ¿Por qué la vida es tan injusta?, yo con una sonrisa aparentemente llena de ternura, que ocultaba como la mejor mascara el dolor y la amargura que me traía aquella pregunta, hay cosas que son así porque deben serlo, no se pueden evitar, me limitaría a decir, acongojada, te observaría, ,tal vez “todo estaba escrito”, pensaría para mis adentros, prohibiéndole a tus oídos escuchar mis ideas, enviaría a mis ojos en búsqueda de tu mirada, pero no lo lograría, tus ojos estaban perdidos en su imagen, en ella, aquella que lo era todo para ti, mientras yo quedaba relegada a un “alguien” parada a tu lado; y aún así no haría nada, me limitaría a observarte desde lejos, protegiéndome de tu percepción, de tus agudos sentidos, que ahora se encontraban dormidos victima del dolor; yo sufría al verte sufrir por otra, tu sufrías al verla feliz con otro, ella sufría por la distancia que la separaba de él, eran cosas de la vida, al fin y al cabo tal vez “todo estaba escrito” y ante eso sólo quedaba la resignación mientras como un mosquito seguía la luz hacia la muerte, yo seguiría buscando tu mirada tras la muralla cegadora que plasmada su imagen, mientras tu llorabas por ella y ella por el, todos éramos unos imbesiles perdidos en el vicioso circulo de la vida, y yo simplemente sonriendo pensaría: tal vez “todo estaba escrito”…