Todos los días, al dirigirme a mi trabajo,
paso por San Blas, un rincón mágico
en esta ciudad enclavada en un valle,
fijo la mirada en los Andes Occidentales
para imaginar que tu rostro sobresale
entre las imponentes montañas.
Si, con la mirada hacia el sur-oeste,
en estos días de sol y calor intensos,
de cielo azul, desde el alba hasta el ocaso,
de noches estrelladas y luna llena,
te imagino en ese cielo tan brillante
como el lucero y tan blanquita como la luna.
Y detrás de esa gran cordillera,
el mismo cielo y un mundo diferente,
cálido, lleno de alegría y colorido,
y a orillas de un enorme y manso río
se destaca una joya de valor único,
porque su luz llega hasta mis ojos.
Mi siempre amada joya eres y serás
tú, la única, PERLA DEL GUAYAS.
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