hombres de fuego húmedo serpentean por las callejuelas adoquinadas con enanos en busca de un ratito de gloria bendita que ha perdido su sueño en una polvera que abastece a mil cienpies
higos anhelantes de ojos pelean por una baldosa donde permanecer de pie
pasas arrugan su ceño al pasar ufano pretendiente perfumado de girasoles y vestido con filetes caros
porras de juguete golpean las corrientes fluviales de un tremendo conejo blanco que no se quita las gafas para leer el horóscopo de su apetecible vecina carlota
recaderos de mercancías peligrosas pasean sus gorras por las avenidas desconchadas y huérfanas de futuro y de bocadillos de sol mientras entrepiernas jadean al acecho tras todas las cortinas
roces en caballos de hojalata calientan en la mañana al abrigo de túneles sin compasión que engullen minutos, ilusiones y pactan con los espejos un precio de saldo por tu belleza.
niños que juegan a ser viejos piropean espaldas al viento sedientas de besos, susurros y cremitas mientras éstas siguen su camino ignorando que hay quien sueña con el guiño de una peca.
eras en flor rama, ramera como todos y disfrutabas la fruta madura o tierna o ambas o cientas en la temporada de estío y en la de frío siempre que no se dijese en voz muy alta.
me dejas fuera de tu yo sensible, y no me queda un portal, un váter de cafetería, una fila solitaria de cine, una playa, un tejado donde sentirme a gusto