LA CAÑA ROTA = FLAUTA
EL BARRO OVOIDE = LA OCARINA
Una caña, vieja, de tallo leñoso,
hueco, flexible,
de tres metros de altura...
De hojas anchas... Un tanto ásperas, y flores,
en panojas muy ramosas, criada en parajes húmedos.
De todas las plantas, que había en el jardín...
Ella, presumía, en su juventud,
ser... La más alta... La más verde...
Y en su madurez, las más amarilla.
Un día de viento, fuerte... Los rosales en su sitio,
los almendros igual...
La amapola, se tamboleaba... Pero... Mi caña...
La más alta... Cedió ante el viento... Y esta cayó.
Se rompió.
La miré... Y ví... Que estaba por dentro...
Hueca y vacía.
¡De tanto crecer, se secó; por dentro, ya te digo...
hueca... vacía...!
Había perdido peso... Y al primer viento serio...
No pudo con él...
Sucumbió.
Al verse rota... Partida... ¡Se puso a llorar!
Pasó por allí el hortelano...
La tomó en sus manos, y al verla rota, partida...
Y llorando... La acercó a sus labios.
Se puso a oler...
Distraído, el labriego... Sopló y besó... Aquella herida...
La caña rota... Hueca por dentro... Vacía...
Se puso a sonar... Y al mismo tiempo, se puso a soñar.
Las demás plantas... Se quedaron mirando,
escuchando, oyendo a la caña, transformada en flauta,
mostrando su bello sonar, su agradable cantar.
No muy lejos... Me encuentro... Con una pieza de barro.
Rota, caída.
Su forma, era ovoide... Con ocho agujeros...
La tomo, en mis manos... Al tenerla en mis manos,
sin darme cuenta... Cierro algún agujero,
recibe el soplo del viento...
Y el barro, se pone a sonar... Se pone a cantar.
Tomo, entre misa manos, a las dos piezas...
La caña rota y el barro ovoide... Huecos los dos...
Y respirando, por sus oquedades... Agujeros...
Las dos se ponen... A sonar, se ponen a cantar.
Mi hijo, al llegar a casa, me dice...
¿Qué tienes entre tus manos?
Toma, besa y sopla.
La caña rota, transformada en Flauta
y el barro cocido, transformado en Ocarina.
Asombrados, padre e hijo... Parecen soñar...
¡Qué sonido tan fino! Parece un jilguero,
parece un canario, parece un pardal! Parece que canta...
De la parecida, pieza redonda, ovoide...
Se encarga en padre...
Sopla y abriendo y cerrando
los agujeros también se pone a sonar...
Un sonido, tan dulce... Tan fino, tan delicado y suave...
Que arrulla, que adormece...
¿Qué es esto?
¡La caña, rota y la piedra ovoide
se han transformado en Ocarina y Flauta...!
¿Fué el viento... Fué el abrir de mi boca... Fué el beso...
Los que le hicieron sonar? No lo sé.
¿Te acuerdas, de la Misión, de la música de Morricone en la música en la Misión?
Todas las plantas, todos los árboles, todos los animales, se quedaron mirando... Oyendo a la caña, transformada en Flauta, y al trozito de barro en Ocarina.
¡Oye, la Flauta... la Ocarina...
Que se pierden entre las olas del mar,
entre el viento... Del bosque,
y las aguas del río... Que van a morir a la mar!
Gracias, Caña transformada en Flauta...
Gracias, barro cocido transformado en Ocarina...
Los dos transformados, en bello soñar...
Los dos, invitáis de una manera, sencilla, humilde y noble
a soñar y a cantar.
Lo que es la caña... Lo que es el barro...
Con cualquier cosa... Se puede soñar...
Sueña, sueña, sueña... Los niños sueñan, los jóvenes, los mayores y viejos... Cuando no puedas dormir... Oye el canto de la caña y la ocarina... Verás como duermes...
¡Te lo deseo de verdad!
Julián López Santolino. Salamanca a 18 de Abril del 2010.
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