prometí no moverme, esperar un poco de paz, y así, sentir la mano de dios, sobre esta vida que se apaga día tras día, noche tras noche... así estuve por mucho tiempo, echado en mi cama, esperando la mano de dios... los días eran igual a las noches, las tardes parecían ser la pintura de dios, donde su mano esbozaba vivos retratos, borrados con negro color, cada noche, iluminando de cuando en vez por una estrella o una luna llena de complicidad y misterio... una noche en que mi cuerpo se perdía entre sueños y anhelos, escuché el canto de una ave... quise levantarme, pero, su canto se hacía poderoso, luminoso, haciendo de mi sencilla existencia un pedazo de polvo por donde andar... y allí fue cuando sentí sobre mi vientre, sobre mi rostro, mis manos, mi alma, la mano de dios, tocando, iluminando, quemando todo aquello que fuera dolor, miseria, soledad... cuando abrí los ojos, estaba echado, a mi lado cantaba un ave tiernas melodías... me paré y con la luz en mis ojos, volví a mi verdadero hogar, dando pasos de amor, de paz, de luz, por donde fuera que mi existencia paseara, en todos lados respiraba ese aroma de amor, pegada la mano de dios...