Para estar conmigo
tendrías que tener
del alisio
la libertad y el celo.
Eso le dijo él
y ella hizo entonces
una caja para atrapar al viento.
Y la llevó a la costa
del Atlántico
una tarde fresquita
de febrero.
Primero lo vio de reojo
revolotear de lejos,
después usó sus labios
de señuelo,
cantando en leve soplo
la canción silenciosa,
que aprendió de su abuelo
el marinero.
Esa que canta de noche
a las olas la luna
para que los hombres
vuelvan con buen tiempo.
No pudo el viento
resistir tanta dulzura
y se acercó
para robarle un beso.
Ella lo aprisionó
con sus brazos molino,
lo empujó hacia la caja
con desmedro.
Y cuando ya creía
logrado el cometido,
sintió en su vientre, abajo,
muy adentro,
el temblor invisible
que presagia
el inicio de un vuelo.
Y notó que sus manos
eran nubes
y que brotes de estrellas
le nacían en el pelo.
Y su cuerpo de a poco
se disolvió en la espuma
y el amoroso mar
la recibió en su seno.
Texto agregado el 21-07-2010, y leído por 200
visitantes. (7 votos)
Lectores Opinan
13-11-2010
Un poema que desbords sensibilidad y musica... un abrazo rub sendero
17-09-2010
Bellísimo texto. Encantador. Estrellas para ti. girouette
08-08-2010
Hermoso texto y de una gran belleza literaria. SOFIAMA