Al cruzar hoy esa transitada avenida, fui arrollado por un vehículo que había pasado veloz un mes antes. Allí quedé, tendido, desangrándome, con ese dolor pretérito tan parecido al recuerdo, tan sin son ni ton, exánime en medio del frío pavimento, mientras la tarde caía y la gente pasaba sobre mi cadáver, con esa irresolución patética del que se dirige a ninguna parte. No hubo denuncia, ni gente arremolinándose sobre mi cuerpo. Yo, lejos de allí, caminaba con el cadáver de turno colgando a mis espaldas…