La bruja del bosque
Una vez más sus garras se pasean sobre mi cuerpo; como tarántulas se arrastran dejando estelas de vellosidad, su aliento me satura la cara, y su lengua pestilente me llena de baba el rostro, sus colmillos afilados me dan pequeñas mordidas y me succionan sangre y me arrancan pedazos de carne, estoy inmóvil, su poder hipnótico me tiene atrapado. Si acaso percibiera cualquier viso de rechazo se lanzaría sin piedad hacia mi yugular y terminaría conmigo, tengo que acariciarle las velludas garras con sus enormes uñas y ese hedor que inunda mis poros, el hedor que la delata como una bestia entre las bestias, es un espectro repulsivo un hibrido de bruja y vampiresa, que tiene por costumbre aparearse con hombres lobo y que además tiene una jauría de perros salvajes con los cuales convive como si fueran sus hijos, por ello apesta a orines a su humor a su pelambre: toda esa gama de olores se mezcla con el terror de sus ataques sátiros en contra mía. Me ha convertido en su juguete y viene todas las noches y madrugadas a torturarme. No acaba conmigo porque le divierte mi aparente docilidad. Pero si llegara a observar cualquier señal de rechazo de una sola tarascada me aniquilaría.
Peregrino aventurero iba por un bosque encantado desafiando a la leyenda de ese ente. Una apuesta en la taberna me hizo aventurarme en este bosque donde se presumía que una ninfa ofrecía seductoras caricias. El reto era conquistarla y regresar con la prueba del acto. La vi sentada entre la niebla y su figura era: embelesadora, de una belleza tal que de solo mirarla me cautivo al instante, no sabía que estaba frente a la más consumada de las brujas y vampiresas, y que su figura solo era uno más de sus poderes y que el cazador se estaba convirtiendo en cazado, me sedujo de tal forma que fue imposible que me fuera de su lado, pero enseguida regresó a su forma habitual y me di cuenta que estaba atrapado por aquel monstruo horrible y que me había convertido en víctima de mi propio juego, y me esclavizó y ahora heme aquí, como una piltrafa solo esperando sus visitas nocturnas para volverme a torturar…
Escucho sus pasos, se arrastra hacia mí, me preparo para recibir sus embates. Inmediatamente se lanza sobre su presa y me lame, me acaricia, me satura con su hediondo aliento, me vuelve a morder y me clava sus colmillos: está jugando conmigo, su peste se mescla con mi pánico y tengo que fingir devoción para que no perciba mi terror y repulsión, son horas interminables, al parecer nunca se sacía. Su saliva me queda como huella de su presencia, su olor pegado en la piel y en la nariz y sigue lenta disfrutando de su presa, su poder telepático me tiene atrapado, y recuerdo cómo fue que llegue aquí…
Emilio Hernández |