no tenía nada que hacer, así que... decidí escribir algo, cualquier cosa que manifestara el sentimiento que tuve cuando conversé con el poeta... sus ojos negros, su cabello blanco, su rostro arrugado, sus manos blandas, gruesas, sus uñas sucias y carcomidas... le pregunté qué hacía en estos tiempos, si escribía, si leía, si... en fin, tantas cosas le dije pero el tan solo sonrió, diciendo: no hago nada... le entregué su pedido de galletas, me pagó y luego, se fue con la cabeza gacha... iba a seguirle, pero, la gente comenzó a entrar al negocio donde desde hace más de veinte años vendía pan y galletas... le vi alejarse, cuando noté que se detuvo... volteó y me miró de frente a los ojos... guardó las galletas en su bolsillo, y luego, levantó las manos al cielo, como esperando las manos de un gigantesco padre... la gente seguía comprando, y yo vendiendo, sin dejarle de mirar, cuando le vi esfumarse, lentamente, como si una nube bajara de los cielos y se lo llevara a su regazo... quedé petrificado, mientras la gente seguía pidiendo galletas y panes... salí de la tienda y miré hacia el cielo... así quedé, mirando por no sé cuánto tiempo, cuando sentí unas manos en mis hombros... volteé y vi que era el poeta. sonrió de oreja a oreja y me dijo si era feliz... le dijo que no... escribe, me dijo... gracias, respondí. entré a mi tienda y la gente ya se había ido, dejándome su dinero por las galletas y panes que llevasen a sus casas... me senté en mi silla vieja y frente a una hoja arrugada y vieja, escribí algo acerca de poetas, nubes y la magia de vivir...