No me mires desde la ausencia, tus piernas son raíces en el sueño nublado de la espera. La memoria, es alarido mudo, cuando las lágrimas, se acuestan en la suave carencia de la niebla. Hay en la madrugada, (la mía, la tuya) dos almas que se chocan, mientras la lluvia cae sin medir consecuencias. No te quedes ahí, del otro lado, puedo oler tu fracaso y ese cosquilleo inquieto entre tus piernas. Tu piel no se consuela, tu carne, clama aullando mi presencia. Puedo leer, “destino equivocado” en las paredes húmedas de tu casa desierta. Costados de tu sangre, corren sobre mi puerta siempre abierta, y tú tan incompleto, ocupando tus días con vehemencias.
No me mires desde tu ausencia, mis piernas mueren sin prisa, cuando llega la noche y se desvela. Mi memoria, se duerme en el olvido, contemplando tu pálida presencia.
Hay en la madrugada, (la mía la tuya) dos ladrones sin huellas.
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