tenía pocos años cuando empezó a caminar. nada lo detuvo en su gracioso andar hasta que conoció a un buen amigo llamado perro. jugaron todos los días, a pesar de ser un perro callejero, sus padres lo aceptaron para vivir con nuestro gracioso personaje de pocos años... un día sus padres salieron a la calle y jamás volvieron a casa. dos tíos se acercaron con dos maletas en los brazos y sin decir nada, se llevaron a nuestro joven personaje, pero, sin su perro... aún así, nuestro perro le siguió y siguió hasta averiguar en lugar en donde sería la nueva casa de nuestro pequeño personaje... el tiempo pasó, como suele pasar las cosas en la vida... una mañana sus tíos se fueran de su vida, cuando ya era un pequeño monzalbete. nuestro joven amigo, cogió sus maletas y con su perro clandestino, se fue de aquella casa, sin decir palabra alguna. viajaron por tantos lugares que es mejor no recordarlos, tan solo conocieron a una pequeña niña que se volvió una más de aquel grupo. esta chica vivía en la calle, entre cajas y trapos. se alimentaba de las sobras que encontraba en los basurales de las casas. siguieron su camino y no supieron hacia dónde. tan solo los ojos de nuestro amigo era la flecha que indicaba el destino de nuestros tres amigos... cuando llegaron a una casa llena de luces, nuestro amigo soltó sus maletas y entró corriendo hasta entrar y bailar con toda aquella gente que le recibieron como uno más de la familia... el perro y la niña se quedaron mirando hasta que llegó la mañana, la tarde, la noche, y cuando estaba por volver amanecer, nuestro joven personaje salió... tras de él, venían cinco chicos. dos hombres y tres mujeres... le siguieron, para luego juntarse con nuestros dos amigos... caminaron y caminaron por espacio de días, meses, años y años... poco a poco uno que otro se salió del camino, se perdió y no volvieron a verle jamás... siguieron su destino, y, cuando nuestro personaje que ya era un anciano, volvió la mirada, no encontró a nadie... siguió su camino... por las noches de su larga caminata se escuchaba el aullar de un perro... nuestro anciano sonreía y con una mano señalando el cielo, dibujaba perros, niños, hombres y mujeres... nunca dejó de caminar, nunca dejó de seguir, nunca, nunca... hasta el día de hoy suelo escuchar sus pasos perdidos en la oscuridad de mis sueños... sin saber el lugar hacia el cual viajaba... hay veces en que siento que viajaba a los corazones de cada lector... pueda que el tuyo, el mío...