Al despertar una mañana Gregorio Samsa se encontró convertido en un monstruoso insecto… “La Metamorfosis”, Franz Kafka.
Señor, hazme casto;
pero no ahora.
“Confesiones”, San Agustín.
Cuando Agustín Santafé cruza la puerta de la oficina sabe que le aguarda una larga mañana, espesa como la niebla, con su boina de mediocridad.
-Buenos días, Agustín
-Buenos días, Amparo, Ángel, Pepa, -con ceremoniosa precisión saluda a todos sus compañeros. Conforme pronuncia sus nombres se sorprende de su memoria, como el neófito que observa al competente jugador de guiñote.
Tras los saludos se camufla en el lavabo y ante el espejo realiza el rutinario recuento: los dos ojos, la nariz, la boca, se toca una mano con la otra y frunce el ceño. Sí, ese es Agustín, el mismo que pasó la noche en vela ante los llantos, y en ocasiones berridos, de su único vástago. Pone el reloj sobre el escritorio, como quien compite con el tiempo, y ordena los papeles con meticulosidad o, al menos, esa es la imagen que trasmite.
-Menudo partidazo el de ayer -comenta Ángel.
Agustín deduce, al verle sacar pecho, que habrán ganado una vez más los de blanco, así que balbucea:
-bueno, el primer gol -supone que meterían algún gol.
-¿EL PRIMER GOL? - replica Ángel, muy crecido-, y el segundo, y el tercero,…
-¿y el arbitro qué? -objeta Elías, partidario, por supuesto, del equipo rival.
-¡El penalti clama al cielo!…bla, bla, bla,…
Así, entre gol y gol, pasan los minutos. Acabado el “partido”, surge algún bostezo y el reloj marca la hora del almuerzo.
-Ya estamos perdiendo el tiempo -sentencia Andrés desde su barriga.
-Si, toca un receso -apuntilla Amparo con su tenue voz. Y Agustín se reconforta al constatar que aunque tiene poco hambre, ya ha pasado otra hora.
De vuelta, todo sigue en orden.
-Agustín, nos retrasaremos un poquito, que hoy toca mercadillo -sugiere Pepa.
-Claro, claro, no os preocupéis, está todo controlado –confirma, recreándose en lo tranquilo que se va a quedar.
-¿Verdad, Amparo, que la semana pasada encontramos un chollo? ¡Toda una ganga!
-Sí, claro -¡maldita educación!, piensa, ¿cómo no me enseñaron los salesianos a cortar una conversación?.
-Te lo cuento, ¿a que si?
- ¿Se os adelantarán en las rebajas? -insinúa Agustín.
-Si, claro, ja-ja, que gracioso eres, a veces.
-Pepa, tiene razón, chica, luego le enseñamos todo lo que compremos; pero vamos ya, mujer -dice la sensata voz de Ángela.
Superado el ecuador de la jornada, Agustín continúa llenando casilleros, cumplimentando impresos, rompiendo papeles; entonces un compañero (a mí no me pagan por pensar, murmura el ingenuo de Luis) lo requiere para atender a un cliente.
-Sí, efectivamente, rellene todo el formulario B, por ambas caras, por supuesto, y si encuentra dudas regrese y se las solventaremos, para eso estamos -oye Agustín que de sus labios salen esos sonidos extraños que son bien recibidos al otro lado del mostrador, por lo que se despide con una complaciente sonrisa.
La jornada sigue su curso, y cuando oye hablar de guarderías, pupitres, fracaso escolar, y: qué mal que me come este crío, pues el mío duerme muy bien, jo, tú es que tienes un santo en casa, seguro que luego, no sé, …Agustín Santafé se excusa para hacer un nuevo recuento.
Todo en orden. Sin novedad. Esboza una sonrisa y la ve reflejada ante el espejo, casi tan altiva y complaciente como le hubiera gustado. Pero se da por satisfecho. ¡Qué payaso eres Agustín!, dice uno de los dos, y regresa al mundo de los cuerdos.
-Agustín, por fa, échame una mano.
-¿te gusta así?
- más centradita, métela más…sí, me encanta,…
¡Qué sugerente resulta el lenguaje de las fotocopiadoras!
Poco después, los estómagos ya hablan solos:
-Yo tengo lentejas.
-Yo, salmorrejo, ummm, qué bueno.
-Yo estoy a dieta, pero…
-No, yo me echaré la siesta -tiene que confesar Agustín-, el crío nos dio una noche de perros. Pero antes comeré algo, sí, sí.
Y se pone el reloj en la muñeca y cruza la puerta, sientiendo a sus espaldas el espesor de la niebla, con esa humedad inconfundible de rutina y familiaridad que gotea todo lugar común. Y, piensa, que mañana, sí,…que mañana será otro día.
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