Estériles vocablos se chocan, como en una telaraña, intentan acomodarse, en los márgenes, de un cuaderno sin reglas, la mano, no puede sostener la infame herencia, y se queda inmóvil, reflejando la urgencia. No es la esencia de letras, lo que subyace más allá de la puerta, son los huesos, que se quiebran y quieren dar testimonio de esta real carencia.
Pero las consonantes, se ahorcan entre ellas, a veces ruedan, hasta el borde de una frágil demencia. Y la mañana llega, sin piedad y sin tregua, y ahí estamos, doblados en la espera, de esa vocal, que no llega y se aleja.
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