Hay veces que uno llama a puertas que probablemente no se abrirán jamás y lo hace por una idea quizás absurda de que tras el dintel pueda estar la luz o una regalada sonrisa que de sentido a este efímero vivir.
¿Pretensiones al llamar?
Ninguna, pero seria una incongruencia hacer caso omiso quedándonos la eterna duda de lo que celosamente esconde tras de si, no fuese a ser que guardara nuestro destino y uno siguiese vagando por un oscuro camino.