A Juan y Felipe los conocí en el primer año de secundaria. Dos personas no pueden ser tan diferentes. Uno el fortachón, que todo lo convierte en el que: “ si pierdo arrebato” el otro sumiso, con su cara alargada y de ratón. Los diez minutos que había de asueto entre clase y clase, era para Juan seguramente un infierno. En cuanto el maestro salía, Felipe entraba en acción para ir a la banca de Juan y estarlo jodiendo. Si Juan se levantaba, Felipe pasaba su mano por la nalgas de él. Si no lo hacía lo obligaba a pararse y lo arrinconaba en el salón y le hurgaba el culo o hacía simulacros de estárselo cogiendo. Juan soportaba estoicamente todo. Sólo sacaba una risa forzada que parecía una mueca. Y mientras Felipe movía la cadera, le decía en voz alta “Vas a ver que te va a gustar” Un día se cansó y buscó otro infeliz. Blas era un chico moreno, pequeño, ágil, recién ingresado al grupo, en el que Felipe quiso darle la bienvenida y en cuanto salió el maestro de inglés , se acercó a la banca de Blas y empezó a despeinarlo y a decirle que parecía un tordo, ( un pájaro feo de color negro) y quiso levantarlo para agarrarle el culo, pero , éste no se dejó, subió a una silla y le plantó un beso y una mordida en la boca. Felipe se descuido y Blas, el pequeño Blas, le metió la mano en el culo. En ese momento llegó el siguiente maestro y nos ordenamos. Todos pensábamos que pasaría, cuando la clase terminase, que por cierto era la última que tendríamos ese día. En cuanto el maestro se fue, Felipe con ímpetu se fue contra Blas, lo tenía acorralado cuando por fortuna se apareció de nuevo el teacher y puso orden. Por señas supimos que habría pelea en el campo de futbol. Llegamos, Felipe con sus amigos y Blas solo. La pelea desigual empezó. Yo no sé como sucedió, pero el blas empezó a moverse con una agilidad increíble, los brazos del grandote se iban en banda por el cabeceo felino del pequeño. Corrió un rumor, que se esparció como si fuese una bandada de insectos y hasta los oídos de Felipe llegó que Blas era hijo del mejor boxeador de la zona norte y que si Felipe lo madreaba, se iba a meter en un nido de avispas. No se si eso pasó o fue que el teacher se dio cuenta y corriendo llegó hasta nosotros para desapartarlos. La pelea no tuvo ni vencedor ni vencido. Semanas después vieron a Juan en los baños, dicen que estaba sentado sobre las piernas de Blas. Parecería que Felipe tenía razón. |