¿Que no ves hija querida, nuestro retoño tercero, 
que tu guardas el encanto, del rocío mañanero 
en pétalos de una rosa y esa rosa es un jardín 
y ese jardín un edén, siendo tú ese edén 
para mi, que soy tu viejo? 
 
Tintes cuando ya no llueve, de arco iris en los montes 
y el color de tu carita, en los dias de mi invierno. 
Tus ojos, tu nariz, tu piel, tu dulce y tierna sonrisa. 
 
De pájaros cantar tu risa, por cientos que burbujea 
entre las ramas y hojas, como jugar de 'escondite' 
de zenzontles y calandrias, canarios y hasta periquitas. 
Tus trinos y alborozo hacen, que desborde de alegría 
el corazón de tu padre. 
 
Voló al firmamento Euterpe y hurtó el titilar 
de las estrellas del cielo, trayéndolo aquí a la tierra 
lo puso en tus ojos chinitos que hoy brillan desde adentro, 
rayos de luz que iluminan, el alma de...tu sabes quien 
¡Y se siente tan bonito! 
 
De modo que...¿Ves hijita? Eres preciosa, eres mi gema 
para mi la gran razón de vivir y simplemente ser. 
 
Cual decía tu abuelita, cuando hablaba de sus hijos 
Ustedes, nuestros retoños 
"Son la más pura expresión, del amor entre tus padres". 
 
(Regañé un dia a mi hija, por travesura sencilla, 
ella declaró llorando, que era que ya no la queria 
Le escribí estas pocas líneas y al verlas corrió a mi lado 
echando sus brazos a mi cuello, simplemente declaró 
"muchas gracias papaíto", colocándome un besito)  |