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Inicio / Cuenteros Locales / cisco_marcos / El círculo de Anthos (01)

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Jordi caminaba entre la oscuridad, temblando de miedo. Con su mano llegó a tantear lo que sería una gran puerta que daba a otro lugar mucho más amplio pero no por ello menos oscuro. Atravesó la puerta y se encontró con que no conseguía distinguir más que una leve sombra al fondo de la habitación. Jordi ahora parecía concentrado, cerró sus ojos y sintió como un zumbido le temblaba en los oídos, luego un espasmo atravesó su cuerpo y acto seguido se hizo la luz en el cuarto.
Al fondo de la habitación vio una figura envuelta en una túnica oscura, de pie, como si ya esperara su llegada. Una voz varonil salió de la persona de la túnica.
- Te esperaba. Tranquilo, no tienes ninguna oportunidad contra mí, sé perfectamente quien eres en realidad.- dijo, y acto seguido señaló una extraña maraña de hierbas a modo de corona de extrañas formas. – pero no creas que ser quien eres te bastará para librarte de mi maldición, nada puede contra esto.
El hombre de la túnica sacó un tarro de cristal y se aproximó a la corona. Jordi tenía demasiado miedo como para reaccionar sensatamente, así que cogió una daga y la lanzó fuertemente contra el entunicado. La daga le acertó en el pecho, pero el hombre no se inmutó.
- Vamos, intenta matarme, para cuando hayas logrado concentrarte en decir el conjuro acertado ya me habré deshecho de ti. Admítelo, no vales para esto.- dijo el hombre de la túnica.
Jordi cerró sus ojos y apenas percibió el zumbido en sus oídos, luego esperó al acostumbrado escalofrío, pero no llegó. Abrió los ojos, justo a tiempo para ver cómo el entunicado tiraba el frasco de cristal contra la corona.
De pronto el ruido del cristal rompiéndose se fundió con el del despertador.
- Qué extraño sueño – se dijo Jordi a si mismo. – demasiados libros de fantasía.
Bajó a desayunar tal y como lo había hecho todos los días. Su madre, una mujer no muy mayor, estatura media y con una gran melena pelirroja le esperaba en la cocina, su nombre era Elena.
- Te levantaste temprano hoy, esta vez no has hecho sonar el despertador cientos de veces ¿te encuentras bien? - Bromeó.
- Simplemente me desperté – dijo somnoliento.- ¿dónde está papá?
- Se fue a trabajar antes de hora. Hoy te tocará ir andando al instituto.- dijo su madre.
Jorge terminó su desayuno, subió a su habitación a cambiarse y marchó al instituto.
Jorge vivía en una ciudad no muy transitada de gente, las calles eran más bien estrechas y la mayoría tenían empinadas cuestas o callejuelas con grandes escalones. Aunque la ciudad estaba dividida en dos por un río que la cruzaba, Jordi solía hacer vida a un único margen del río, que era el considerado céntrico, el otro lado era por donde la ciudad se estaba expandiendo, una zona nueva y estéril para nada parecida a la zona de encanto pueblerino en la que vivía Jordi. Jordi vivía en un edificio en una zona elevada de la ciudad. Desde el balcón de su casa podía ver prácticamente toda la ciudad, sólo una elevada cuesta le separaba de la calle principal que era la que debía seguir para ir al instituto. Miles de callejones y cuestas daban a la calle principal. La poca gente que transitaba las calles de la ciudad a esas horas de la mañana eran muy diversas: los vagabundos salían de sus callejones para empezar su rutina diaria, las tiendas comenzaban a abrir sus puertas al público, y multitud de zombis ojerosos habitaban las aceras. De pronto una mano amarró a Jordi del brazo y lo arrastró a un callejón. Un hombre de aspecto desaliñado de unos 25 años lo tenía contra la pared, sus ojos tenían unas ojeras que delataban que aquel hombre llevaba ya unos días sin dormir, su cara parecía consumida por el hambre y una barba de tres días cubría su pálido rostro.
- ¿Qué crees que estás haciendo? – dijo el hombre. Jordi temblaba de miedo, su corazón palpitaba con tanta fuerza que no podía ni responder – Te he estado buscando, ¿dónde te habías metido? Me enteré de tu derrota, debes esconderte, no puedes exhibirte por las calles de esta manera.
Jordi ya se había percatado de la locura de aquel hombre. Esto, y el hecho de que no le hubiera amenazado hasta el momento le hicieron creer a Jordi que aquel insano era inofensivo, e hizo que el miedo se desvaneciera.
- Lo siento, me confundes con otro, no te conozco de nada – dijo Jordi.
- Henry, ¿te encuentras bien? – dijo el hombre, ahora asustado. Jordi intentó aprovechar el momento para escapar, pero él le agarró más fuerte todavía previendo sus movimientos.
- Ya te he dicho que te equivocas, yo no soy Henry, déjame marchar.
- Por supuesto que no eres Henry ¿pero qué demonios te hicieron? ¿No recuerdas nada?
- Claro que recuerdo, pero no soy yo a quien buscas. – dijo Jordi
- Henry, tienes que venir conmigo, yo haré que vuelvas a ser el de antes, quizás haya otra oportunidad…
- Deja de llamarme Henry, ya sabes que no me llamo así.
- Lo sé, pero es como me pediste que te llamara hace tiempo para evitar ser descubierto. – dijo el hombre.
- Escúchame, no te conozco de nada, y recuerdo perfectamente quien soy. ¡Te he dicho que te equivocas de persona!
- Cumpliste 17 años la última semana, ¿me equivoco? - dijo el extraño.
- ¿Cómo lo sabes? – dijo Jordi
- Lo celebramos juntos, ¿recuerdas?
- No, lo celebré en mi casa, con mis padres.
- Tus padres…Henr…chico, ¿no sabes lo que…? – dijo el hombre.
- ¿Qué? – preguntó Jordi
- Creo que ya sé lo que te hicieron, tienes que venir conmigo - respondió
- Yo no pienso ir contigo a ningún lado, no sé quien eres, no te conozco.
- Si no vienes voluntariamente, no me dejas otro remedio – dijo el hombre, e instantáneamente le tapó los ojos y lo agarró con tanta fuerza que Jordi apenas pudo oponer resistencia. El hombre tenía una fuerza extraordinaria y pudo conducirle tembloroso hasta un lugar en el que le descubrió los ojos.

Texto agregado el 15-07-2010, y leído por 111 visitantes. (0 votos)


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